La información meteorológica ya no es dato, es relato. El inefable Schwab ya lo advirtió. Igual da pangolín que CO2. Si el relato se repite con machacona insistencia, tendrá el efecto deseado.
Difícil es encontrar, en los últimos años, esbirros más complacientes que los meteorólogos televisivos, vomitando día tras día e informativo tras informativo tal cantidad de mentiras, inexactitudes y sandeces que no sería de extrañar que hayan pulverizado todos los récords de gilipolleces expresadas desde que se tienen registros.
Como el rollo de la sequía se les ha venido abajo, pues vamos con el del calor. Pues ni la una ni el otro.
No lo dudes, la tele miente, nos quieren amargados y nos venden un relato que no es real.
Si no les crees se desmoronan. No seas membrillo. No eres culpable de nada.
Sal y disfruta, joder. Y cuando veas a tu familia, a tus amigos o a tus vecinos no repitas como en la tele y como un papagayo "Que calor", que pareces tonto.
Piensa por ti mismo y a estos mierdas, repugnantes asalariados del globalismo más despreciable, pues que les den.
Porque lo del timo climático ya está instalado en el contínuo esperpento. Es sonrojante y burdo, por evidente, como la propaganda del poder insiste machaconamente en su mensaje de terror.
Se repite la fórmula utilizada en la falsa pandemia covidiana, experimento de humillación y dominación de la población donde se testeó su resignación con tan buenos resultados que ahora, con la excusa del clima, quieren reproducir.
Todo les vale a estos usuarios de jets privados. Llueva mucho o poco, haga frío o calor, ellos se ocupan de retorcer la noticia para que sirva a su relato. Y si no, pues directamente se miente.
En verano, buscar la sombra es normal. Beber abundante líquido, es normal. Sudar copiosamente, es normal. Que haga calor, mucho calor, es normal.
Lo anormal es que nos digan que no es normal. Lo anormal es creérselo.
Tira de experiencia y no te dejes engañar. Los anormales son ellos, que tienen en tan poca estima al pueblo que insultan su inteligencia sin apenas disimulo.
Es hora de hacerles notar que esta vez no cuela. Hablarlo, comentarlo, gritarlo. Todo menos el silencio. Todo menos la complicidad. Todo menos la aceptación.
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