Víctima de la demencial distribución patria que la ha
arrinconado en sesiones únicas de salas minoritarias de versión original, esta
maravillosa película dirigida por Matteo Garrone y basada en la obra El
cuento de los cuentos del escritor napolitano del siglo XVII Giambatista
Basile, hace gala de una estética sublime. Tres historias de tres reinos y sus
caprichosos monarcas. Fábulas extravagantes, crueles y macabras filmadas, sin
embargo, con una sensibilidad y un buen gusto que convierten en un supremo goce
estético su contemplación. Memorable la secuencia de la lucha subacuática del
Rey con el Monstruo. Hacía mucho que no veía nada igual. Tardaré mucho en
olvidarla o, pensándolo mejor, no creo que la olvide jamás.
La escritura como terapia
martes, 22 de diciembre de 2015
sábado, 5 de diciembre de 2015
Polución
Ayer, día 4 de diciembre de 2015, decidimos, mi mujer Carmen
y un servidor, celebrar nuestro 27º aniversario de boda comiendo en un
restaurante de Madrid, para lo que efectuamos la oportuna reserva unos días
antes.
Y en esto que llegado el día nos topamos con la maldita
contaminación madrileña en un punto que, al parecer, obliga a las muy ecologistas
autoridades municipales a restringir el tráfico con diversas medidas. Ese día,
una de ellas era la imposibilidad de aparcar en las zonas azules y verdes de
Madrid.
Aún cuestionándome la eficacia de tales medidas, puedo
llegar a entenderlas. Pero lo que no es de cajón es que nuestro bolsillo se vea
afectado por ello, porque de hecho acudir a Madrid desde Fuenlabrada, donde
residimos, nos resultó el doble de caro en transporte público que en coche.
Y digo yo. Si nuestro perroflautico gobierno municipal en un
alarde de modernidad decide emular a otras ciudades que están tomando medidas
similares, sería justo y deseable que también las emularan tomando medidas
sociales paliativas que en algunas de esas ciudades se llevan a cabo, como el
transporte público gratuito o a precio reducido en los días de restricción
circulatoria.
Porque señores, el transporte público es caro y desde la
periferia, carísimo. En la periferia vivimos muchos de los que, expulsados de
nuestra ciudad, Madrid, por los desorbitados precios de la vivienda, no tuvimos
más remedio que recalar en estas ciudades dormitorio, arrabaleras y decadentes,
como única salida a nuestro afán de independencia. Y nuestro poder adquisitivo no
suele ser alto. Y la tasa de desempleo y de precariedad, ni te cuento.
Así pues, señores gobernantes municipales que se las dan de fomentar
medidas sociales, pacten con el gobierno pijoautonómico para dejar de jodernos
de una puta vez, que al final todos los platos rotos los pagamos los putos
pobres. Porque estaréis de acuerdo conmigo en que a los que tienen dinero de
sobra para pagar los carísimos aparcamientos privados del centro de Madrid y
varios coches con matrículas de numeración variada, afectarles estos cortes de
tráfico, lo que se dice afectarles, más bien poco. A los que vamos ramplando en
cuestión económica es otro cantar. Joder, si hasta nos penalizan al aparcar en
las zonas azules y verdes por tener los coches viejos y, por tanto, más
contaminantes. Pero que se han creído, que tenemos coches viejos por capricho,
no te jodes. Regálarme uno nuevo, que yo encantado.
Es necesario un pacto perroflautico/pijotero en materia de
transportes. Lo del bono transporte para parados, del que se benefician cuatro
gatos, es de risa. Un poquito de seriedad y un poquito de conciencia social. La
Comunidad, con haberse colgado la medalla del abono para jóvenes, ya ha ganado
un puñado de votos, suficientes para echarse a dormir. El Ayuntamiento, con
rocambolescas propuestas más propias del guión de Bananas de Allen que de las necesidades de los ciudadanos, se está
poniendo a la altura del “relaxing cup of café con leche”. Y mientras tanto,
nosotros, como siempre, jodidos.
Algún día, a lo mejor, despertamos. Algún día, a lo mejor,
algo cambia. O, a lo peor, no.
martes, 25 de agosto de 2015
La maldición de las visitas guiadas
Como si de una maldición bíblica se tratara, se está
imponiendo la perniciosa moda de las visitas guiadas o, rizando el rizo,
teatralizadas.
Que no digo que no tengan que existir ni que, a su manera,
puedan resultar interesantes. Tampoco niego que sean, para algunos, hasta
deseables. Lo que digo es que no pueden ser excluyentes.
Porque el problema surge cuando la única forma de visitar un
monumento es la maldita visita guiada, eliminando totalmente la posibilidad de visitarlo
por libre.
Y digo yo, por qué tengo que pagar más, por qué tengo que
invertir más o menos tiempo en la visita, por qué tengo que estar rodeado de
gente y seguir el recorrido previsto como si fuéramos ganado mientras abren y
cierran puertas a nuestro paso (no quiero ni pensar que pasaría si a alguien le
da un apretón), por qué tengo que
aguantar durante todo el recorrido la estrecha vigilancia del segurata de turno
que nos acosa como si fuéramos delincuentes, por qué tengo que soportar
impertinencias del tipo “no tenemos todo el día” o “tenemos que darnos prisa en
acabar” pronunciadas sin ningún pudor por el guía asignado. Y si hablamos de
fotos y llevas una cámara “gorda” ni te cuento. Ya no es que seas un potencial
delincuente, es que eres el enemigo público número uno y la mirada del de
seguridad, clavada en ti, te incomodará durante todo el recorrido.
En fin, que digo yo que con una pequeña guía o folleto
explicativo somos capaces de visitar libremente el monumento en cuestión. Que la
mayor parte de nosotros somos respetuosos con las obras de arte que estamos
contemplando, y si hay algunos que no lo son caiga sobre ellos todo el peso de
la ley. Que si voy por libre, yo decido, no el guía, el tiempo que le dedico a cada
sala, a cada obra de arte, a cada rincón. Que lo veo relajado, no azuzado. Que
lo disfruto enormemente más.
Por favor, devuélvannos la libertad. Que me parece muy bien
que haya visitas guiadas, para los que gusten de ellas, pero eso no puede
significar la eliminación de las visitas por libre.
Barrunto motivos económicos. Aumentan los ingresos, ya que las
visitas guiadas son más caras, las teatralizadas ni te cuento y además,
haciendo gala de una sinvergonzonería sin límite se permiten mostrar más o menos
dependencias en función del tipo de visita elegido, o lo que es lo mismo los
pobres ven el exterior, la clase media algunas dependencias en visita guiada y
los más pudientes todas las dependencias en visita teatralizada. Que fuerte. Por
otro lado, disminuyen los gastos de personal porque siempre será mejor pagar el
sueldo de un solo guía y un solo
vigilante de seguridad encargados de conducirnos dócilmente a lo largo del
recorrido, que tener un empleado-vigilante
por sala.
Justos por pecadores.
El tema de las fotos es otra cuestión. Prohibidas en cada vez más sitios y sin
motivo aparente. Con flash, de acuerdo con la prohibición, pues es sabido que
el destello daña las obras de arte. Sin flash, no. Es porque os apetece
venderme vuestras fotos o porque es más fácil vigilar que nadie haga fotos que
vigilar que nadie use el flash. Vuestro
interés y vuestra comodidad me impiden llevarme imágenes que me permitan seguir
disfrutando en el futuro de lo contemplado. Porque lo peor, es que en muchos
casos ni me dejan hacer fotos ni se toman la molestia de reproducir
decentemente las obras más significativas para venderlas en la tienda a un
precio razonable, con lo que ni comen ni dejan comer.
En fin, el egoísmo, el sinsentido y la sinrazón dominan el
mundo de las visitas culturales.
Al menos que quede constancia de mi oposición a tan
despreciable conducta.
lunes, 27 de julio de 2015
Historia de un parado - Carta de presentación desesperada
Texto de la carta de presentación que acompañando a mi
curriculum vitae he enviado a diversas empresas de la zona donde resido
Estimados señores
Consciente como soy de que el triste destino de este escrito será, con toda probabilidad, el de no ser leído, no es menos cierto que mi obligación moral para con mi familia, de la que hoy por hoy soy el único sustento, me anima a enviarla en la esperanza de que la diosa fortuna la haga llegar al lugar y en el momento adecuados y de que la calidad y profesionalidad de la persona receptora convierta en un error mi creencia inicial.
El caso es que, tras más de 30 años de vida profesional
jalonada de éxitos y con una trayectoria claramente ascendente, me he visto
afectado por el ERE de CatalunyaCaixa, última Entidad para la que he trabajado,
que haciendo gala de una crueldad tan dolorosa como esperada me ha arrojado en
brazos del desempleo.
Como podrán ver en el Currículum Vitae que adjunto, estoy perfectamente capacitado para desarrollar cualquier función profesional de tipo administrativo, en especial aquellas relacionadas con los departamentos financiero y de control interno, donde he pasado muchos años con personal a cargo.
Son tiempos difíciles para nuestro querido país y, consecuentemente, las dificultades para encontrar un empleo son enormes. A la abundancia de demanda y la escasez de oferta, se responde por parte de las Consultoras de selección de personal con fórmulas estandarizadas que criban con un más que discutible criterio a los candidatos a cualquier puesto de trabajo ofertado.
A los jóvenes se les pide experiencia. A los mayores, juventud. Y a todos, el maldito inglés.
Pues bien, por mi parte ofrezco experiencia y formación.
Inglés hasta donde llego, bastante para desarrollar mi labor profesional pero
insuficiente para emular a Oscar Wilde. Joven, pues no soy joven, pero un viejo
chocho e inservible, tampoco.
Activo, amante del deporte, de la cultura y de la vida. Con necesidad y ganas de darlo todo en el desarrollo de mi actividad profesional, anhelo la oportunidad de sacar a mi familia de la situación a la que la vida nos ha empujado, siendo como somos una de esas familias en la que todos sus miembros se encuentran desempleados.
Con experiencia, formación y un buen estado de salud, empíricamente demostrables, sólo me cabe confiar en que quién esto lea, no corte los trajes en función de la moda imperante y su visión le permita tener en cuenta mi candidatura a la hora de cubrir hipotéticas vacantes que encajen con mi perfil profesional.
Espero que pronto podamos sentarnos, hablar y llegar a la conclusión de que el establecimiento de una relación profesional supone un beneficio para ambas partes.
Quedo a la espera de sus noticias y a su disposición para cualquier aclaración que precisen.
Atentamente,
Respuestas obtenidas = 0
Tal vez un simple “Acusamos recibo de su escrito. Sentimos
no podemos ofrecerle vacante alguna en este momento. Si en un futuro surgiera
la necesidad de cubrir alguna que se ajuste a su perfil profesional tendremos
en cuenta su candidatura. Gracias por confiar en nosotros. Atentamente”, habría
sido lo educado.
A lo mejor se han tomado como algo personal el tono amargo y sarcástico de la misiva. O simplemente es que están siendo fieles a la catadura moral que se gastan la mayoría de las empresas que se
mueven dentro de este sistema liberal-capitalista que nos ha tocado sufrir.
miércoles, 20 de mayo de 2015
De los que ni comen, ni dejan comer
Para comprender los derroteros por los que transita nuestra
sociedad, tenemos que comprender el comportamiento de la masa.
Definido magníficamente por nuestro ilustre compatriota
Ortega y Gasset, yo resumiría el comportamiento de sus integrantes con una
única y prosaica frase, ni comen ni dejan comer.
Porque de todos es sabido que son superiores en número, que
no en calidad. Consecuentemente, en un sistema como el que nos ha tocado vivir,
tienen las de ganar.
Y, no lo olvidemos, son mediocres. Mediocridad de la que
hacen gala en todos y cada uno de los escenarios en los que se mueven. Y como
son más, su mediocridad siempre se impone.
Carecen de la inquietud de mejorar y de superarse. Carecen
de gusto y, además, alardean de ello. Son egoístas, insolidarios, envidiosos y
mezquinos. Carecen de moral e ignoran lo que la ética significa.
Acomodaticios y vulgares, consideran la búsqueda de la
excelencia como una amenaza y a los que la practican, como enemigos a batir. Esta
es, de lejos, su característica más dañina. No sólo no aportan nada valioso,
sino que se dedican a impedir de forma muy activa que otros lo hagan. Boicotean
sistemáticamente cualquier intento de mejora en aquellos colectivos a los que
pertenecen o en aquellos ambientes por los que se mueven, en especial si ello
les va a suponer un esfuerzo, por pequeño que éste sea.
Son de los de “ande yo caliente, ríase la gente”, en lugar
del más generoso “antes el bien común que el bien individual”.
Son los culpables del estancamiento de sociedades y grupos.
Son la ponzoña que inmoviliza e impide avanzar. Son la Santa Inquisición de
nuestros días. Los que queman, sicológicamente, a los que no son como ellos.
Los que desaniman e impiden avanzar a la creatividad, al buen gusto y al
trabajo bien hecho. Son los que juzgan pero no quieren ser juzgados. Son los
que imponen su mediocridad, disfrazándola de libertad de elección. Son los que
no admiten críticas, porque caerían en el primer asalto. Son los derrotados que
quieren arrastrarnos en su caída.
Olvidan que los avances no se deben a personas como ellos,
sino a las personas a las que aspiran a destruir. En su ceguera, no alcanzan a
ver que la caída de éstas es su caída. Con su estupidez, desalientan a los que
por ellos quieren luchar.
La masa, en estado puro.
miércoles, 8 de abril de 2015
De la falta de respeto
Es costumbre de gran parte de mis conciudadanos inmiscuirse
en la vida de los demás, sea o no de su incumbencia. Acostumbran a actuar como
juez y parte. Se atreven, haciendo gala de una enorme desvergüenza, a juzgar y
condenar decisiones y acciones que están muy lejos de su jurisdicción y que
pertenecen al ámbito privado de personas adultas que ejercen su derecho al
libre albedrío. Se crean expectativas de cómo los demás han de actuar y cuando
estas expectativas, como suele ser frecuente, no son satisfechas, arremeten
contra el que de esta forma, y según su limitada visión de la vida, les ha
ofendido en lo más hondo de sus convicciones, regalándole una buena dosis de
desprecio.
Pues señores, sepan que los despreciables son ustedes. Que
las decisiones de las personas adultas, si no van en contra de su seguridad, de
su dignidad y de su independencia, ni atentan contra las elementales normas de
convivencia que rigen en cualquier sociedad civilizada, han de ser respetadas
aún cuando no sean compartidas. Que lo contrario es una falta de respeto y que
los ofendidos no deben ser ustedes, sino los que han sufrido de su injerencia.
Que quién no respeta, nunca será respetado, y por tanto, ustedes actuando de
esta manera serán siempre despreciados y no se ganarán nunca el respeto que de
otra forma tal vez acreditarían.
Semidioses zafios, manipuladores e intolerantes que emponzoñan
toda relación, desde el mismo momento en que abren sus pestilentes bocas.
Más os valdría ocuparos de vuestras mediocres vidas, muy
necesitadas de valores que las hagan dignas de ser vividas. Ni coméis ni dejáis
comer. Probar a vivir y dejar vivir y tal vez os ganéis un sitio en el
Purgatorio, que en el Paraíso ya lo veo difícil.
Te regalo un jarrón y te digo dónde lo tienes que poner, te
invito a mi casa y te digo todo lo que tienes que hacer, te hago un favor y te
digo que favor quiero a cambio. Gentuza interesada.
Te digo lo que tienes que hacer, lo que tienes que decir,
cómo te tienes que comportar, a quién tienes que visitar, cuántas veces me
tienes que llamar. Gentuza entrometida y manipuladora.
Y si no les doy gusto, encima se cabrean conmigo e intentan
colgarme la etiqueta de desagradecido o de antisocial. Los regalos, las
invitaciones y los favores se han de hacer desinteresadamente. Se dan consejos,
no instrucciones. Y si no se siguen, pues a joderse, que para eso el que los
recibe tiene derecho a elegir.
No voy a pasar por el aro, como los leones amaestrados en la
arena del circo. No voy a ser como vosotros queréis que sea, sino como yo
decida ser. Muchos lo han intentado y han quedado en el camino. Mi
independencia y mi derecho a elegir están por encima de vuestra injerencia,
vuestra inquina y vuestra falta de respeto. Respeto, que al no respetarme,
automáticamente perdéis. Basta ya. Dedicar el tiempo a revolcaros en vuestra
propia mierda como los cerdos en la cochiquera que, dada vuestra catadura moral,
a buen seguro os bastará para ser felices, y así, de paso, nos dejáis un poco
tranquilos a los que queremos simplemente vivir.
miércoles, 11 de febrero de 2015
Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - La señora de las filloas y empanada en el segundo bar
Nadie puede poner en duda a estas alturas que el Camino es
un verdadero filón para los lugareños que habitan sus márgenes. Miles y miles
de peregrinos transitando por delante de sus casas y sus negocios son una muy
evidente y potencial fuente de ingresos que hay que aprovechar. Sólo se trata
de agudizar el ingenio para aligerar el peso de sus carteras.
Ya me avisó mi buen amigo Soco, peregrino antes que yo, que
en una recóndita aldea cuya localización exacta no logro recordar, una anciana de
venerable aspecto y aparente obsequiosidad, ofrecía a todos los peregrinos que
transitaban por delante de su casa, un plato lleno a rebosar de apetitosas
filloas. Lo hacía de tal forma que su ofrecimiento parecía producto de desinteresada
generosidad hacia los sufridos caminantes. Nada más lejos de la realidad. Quién
por incauto caía en la trampa y metía mano en el plato se encontraba, acto
seguido, con el sablazo que, por lo que me han contado, no era moco de pavo. Yo
la vi. Surgió de las sombras con el plato por delante y una actitud sumisa que,
como ya iba sobre aviso, me recordó a la madrastra malvada de Blancanieves
ofreciendo la manzana emponzoñada. Con un gesto de la mano rechacé su
“invitación” y apretando el paso dejé atrás el escenario donde día tras día se
representaba la misma escena, propia de novela picaresca, pero no por ello
menos real.
En otra ocasión, mientras caminaba relajado y feliz por una
zona boscosa fresca y muy agradable, pude ver a cierta distancia delante de mí
a un anciano que caminaba en sentido contrario al del peregrinaje. Se acercaba,
por tanto, a mí. Me resultó chocante su presencia, porque no creía estar cerca
de población alguna. Más chocante aún fue que cuando llegaba a mi altura desvió
su trayectoria para dirigirse directamente a mi flanco izquierdo donde, tras
provocarme la tensión propia del desconocimiento de sus verdaderas intenciones,
me susurró al oído la muy críptica frase “Empanada en el segundo bar” y siguió
su camino sin detenerse. Sorprendido, tardé un tiempo en reaccionar. Tras analizar
el episodio, concluí que debía tratarse de un anciano loco que se entretenía
transitando a contracorriente el Camino y susurrando a los peregrinos frases
sin sentido, como si de un código secreto se tratara. Marketing. Rudimentario,
pero marketing. Eso es lo que era. Cuando tras un par de kilómetros llegué al
pueblo, que sí había uno, pasé por delante de un primer bar y poco después
llegué a las puertas de otro (el segundo bar) donde efectivamente tenían un
cartel ofreciendo sus famosas empanadas. Como tenía una terraza agradable, me
paré. Empanada no comí, no era hora, pero un café sí me tomé. No pude por menos
que esbozar una sonrisa pensando en tan rocambolesca forma de promocionar el
negocio. A la vez que publicitan sus empanadas mantienen al abuelo entretenido
y en buena forma física. Optimización de recursos. En las escuelas de Marketing
lo deberían contar.
viernes, 30 de enero de 2015
Los movimientos de cámara vuelven. Que Dios nos ampare
El fin de semana pasado me fui al cine a ver ´71 dirigida
por Yann Demange, tentado por el argumento, como casi siempre, y dejándome
influenciar por la opinión de los críticos, como casi nunca, si bien esta vez, gilipollas
de mí, les hice caso.
El resultado fue reencontrarme con una forma de rodar que me
horroriza y me repugna, una forma de rodar que creía superada, al menos en el
tipo de cine que habitualmente consumo, pero que desgraciadamente ha vuelto con
esta nefasta película que resucita fantasmas del pasado. Si es un caso aislado
o no, el tiempo lo dirá.
Fue allá por el 2010 cuando escribí un artículo titulado
“Movimientos de cámara o cómo estar a la última” en el que trataba este tema.
Todas y cada una de las reflexiones que en él hacía, son aplicables a esta
película, por lo que poco más puedo añadir. Sólo me queda reproducirlo para que
quede constancia de mi opinión, que no ha cambiado un ápice desde entonces.
Decía así:
“Últimamente están proliferando películas tremendamente incomodas de ver por la obsesión compulsiva del Director de dotar a todas y cada una de las escenas de movimientos de cámara que son un sinsentido en sí mismas y que persiguiendo no se sabe muy bien el qué ¿originalidad, naturalidad, dinamismo?, lo que ciertamente consiguen es que salga del cine con dolor de cabeza tras estar durante toda la película más pendiente de la camarita que se mueve que de lo que cuenta la historia, con el resultado nefasto de que un buen guión es engullido por el traqueteo de los “cámara en mano”. Si además sumamos a estos movimientos, la utilización del primerísimo plano y las aberturas grandes de diafragma (zona enfocada mínima) ya tenemos el mareo asegurado.
Señores, esto es como todo, con moderación funciona y con exceso satura. La utilización de técnicas extremas de rodaje, y las citadas lo son, deben usarse con muchísima moderación para no caer en el absurdo, como se está cayendo con demasiada frecuencia en el cine actual.
Son muchas las películas extraordinariamente buenas que se han realizado hasta ahora y que no recurren a burdos trucos de prestidigitador para impresionar al espectador fácil.
“Últimamente están proliferando películas tremendamente incomodas de ver por la obsesión compulsiva del Director de dotar a todas y cada una de las escenas de movimientos de cámara que son un sinsentido en sí mismas y que persiguiendo no se sabe muy bien el qué ¿originalidad, naturalidad, dinamismo?, lo que ciertamente consiguen es que salga del cine con dolor de cabeza tras estar durante toda la película más pendiente de la camarita que se mueve que de lo que cuenta la historia, con el resultado nefasto de que un buen guión es engullido por el traqueteo de los “cámara en mano”. Si además sumamos a estos movimientos, la utilización del primerísimo plano y las aberturas grandes de diafragma (zona enfocada mínima) ya tenemos el mareo asegurado.
Señores, esto es como todo, con moderación funciona y con exceso satura. La utilización de técnicas extremas de rodaje, y las citadas lo son, deben usarse con muchísima moderación para no caer en el absurdo, como se está cayendo con demasiada frecuencia en el cine actual.
Son muchas las películas extraordinariamente buenas que se han realizado hasta ahora y que no recurren a burdos trucos de prestidigitador para impresionar al espectador fácil.
Estoy un poco harto de
salir del cine con los ojos bizcos y cansados de tratar de definir algún
detalle de las escenas que cual huracán pasan veloces ante mi mirada atónita.
Y también estoy harto, dicho sea de paso, de los críticos de cine que no parecen darse cuenta, o al menos en sus “crónicas” no lo citan, de este fenómeno visual, limitándose a glosar de forma muy poética la historia que estas películas nos cuentan, pero casi nunca cómo nos las cuentan. Diríase que son como androides avanzados a lo “Blade Runner” con una velocidad de asimilación de las imágenes en rápido movimiento muy superior a la humana, siendo lo que para mí es mareante, cámara lenta para ellos.
Tres ejemplos recientes, la muy aclamada Gomorra (que mareo), la muy comercial Quantum of Solace (una de James Bond que te hace desear que lleguen las escenas que no son de acción ¡Que aberración!) y en menor medida, My blueberry nights (equilibrando momentos vanguardistas con respiros al espectador, que lo agradece infinitamente).
Como es moda, pasará. Esperemos que sea pronto.”
Y también estoy harto, dicho sea de paso, de los críticos de cine que no parecen darse cuenta, o al menos en sus “crónicas” no lo citan, de este fenómeno visual, limitándose a glosar de forma muy poética la historia que estas películas nos cuentan, pero casi nunca cómo nos las cuentan. Diríase que son como androides avanzados a lo “Blade Runner” con una velocidad de asimilación de las imágenes en rápido movimiento muy superior a la humana, siendo lo que para mí es mareante, cámara lenta para ellos.
Tres ejemplos recientes, la muy aclamada Gomorra (que mareo), la muy comercial Quantum of Solace (una de James Bond que te hace desear que lleguen las escenas que no son de acción ¡Que aberración!) y en menor medida, My blueberry nights (equilibrando momentos vanguardistas con respiros al espectador, que lo agradece infinitamente).
Como es moda, pasará. Esperemos que sea pronto.”
P.D. Queda, con esta entrada, inaugurada una nueva sección dedicada al cine, otra de mis grandes pasiones. Titulada "Confesiones de un cinéfilo empedernido", agrupará bajo esta etiqueta mis opiniones en torno al séptimo arte.
Etiquetas:
Confesiones de un cinéfilo empedernido
domingo, 18 de enero de 2015
Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - Pulpo para desayunar y el incidente del tonto del pueblo
La novena etapa de mi Camino se inició muy temprano, en la
localidad de Palas de Rei.
Tan temprana fue la partida que antes de las nueve de la
mañana estaba atravesando Melide, localidad famosa por la preparación del
pulpo, manjar que ofrecen en infinidad de bares que jalonan las calles por las
que transcurre el Camino. Sorprendente es, que a esas horas las cocinas de
dichos establecimientos estén funcionando a pleno rendimiento y que en cada
puerta el empleado de turno te ofrezca entrar para degustar tan celebrada
vianda. Más sorprendente es, comprobar que peregrinos hay que se rinden a la
tentación y se desayunan pulpo y ribeiro como si de chocolate con churros se
tratara. Por lo que a mí respecta, mi sistema digestivo protestaba sólo de
pensarlo. Que le vamos a hacer. Soy un tradicional. Yo a esas horas prefiero un
café con leche con una buena tostada. Cuestión de costumbres.
Pasado Melide, me encontré transitando totalmente sólo por
el Camino, circunstancia extraordinaria pero que se daba en ese momento y
lugar. Me acercaba a un pueblo, no recuerdo cual, y a medida que avanzaba se
iban perfilando los edificios, desdibujados por la neblina mañanera. Ante mí,
una especie de plaza empedrada con una iglesia a la derecha y un pequeño muro a
la izquierda, que, siguiendo el Camino, tenía que atravesar. Pero había algo
más. Era un hombre alto, delgado y desgarbado que con aire ausente paseaba en
círculos por la plaza chapurreando una letanía ininteligible. Instintivamente
mis manos se tensaron sobre las empuñaduras de los bastones. En otras ocasiones
me los he encontrado. En todos los pueblos dicen que hay al menos uno. Suelen
ser inofensivos, pero su imprevisibilidad asusta. Caminé resuelto y con
decisión para salvar lo antes posible el lugar en cuestión. Sobrepasé su
posición, no sin observar que me obsequiaba con una de esas miradas atravesadas
que no auguran nada bueno. Puse todos mis sentidos en alerta máxima. Mis
sospechas se vieron confirmadas. Al sonido de mis pasos le seguía el sonido de
otros pasos. Si mis pasos aumentaban su cadencia, los otros también. Me estaba
siguiendo. Una mirada hacia atrás provocó en él un torpe movimiento de disimulo
que no hizo más que aumentar mi inquietud. Reanudé la marcha, y él reanudó la
suya. Tenía que acabar con situación tan absurda. Giré de pronto, alcé los
bastones y di unos pasos en su dirección en actitud amenazadora y lanzando un
par de alaridos del tipo de los que usan para comunicarse los obreros de la
construcción. Efecto fulminante. Giró y volvió hacia su plaza. Esperé hasta que
medio desapareció en la distancia. Continué.
Finalicé la etapa en Arzúa, a dos jornadas de Santiago.
Mientras cenaba un plato del excelente queso de la zona, regado con un buen
vino blanco y rematado con un chupito de la célebre crema de orujo, tomé
conciencia de lo rara que había resultado la jornada y de lo rico en anécdotas
que estaba resultando el Camino. Supe entonces que algún día lo tendría que
contar.
viernes, 9 de enero de 2015
Vente a Alemania, Pepe
Resulta llamativo y estomagante constatar cómo los paladines
de la supuesta democracia en la que vivimos, los mismos que encubren a correligionarios
corruptos y que entierran al muerto, la crisis, sin esperar a que fallezca, reniegan
y despotrican de la situación imperante en la posguerra y el franquismo, donde
miles de españoles con el hatillo al hombro se lanzaban a la Europa industrial en
busca de trabajo y futuro, hartos de miseria y sufrimiento.
Pues que sepan estos señores que hartos de ser ninguneados, despreciados y explotados, nuestros jóvenes, en pleno siglo XXI, se ven forzados a hacer lo mismo.
En un país incapaz de ocupar a la población activa y en el que se permiten barbaridades tales como pedirles inglés e informática a los aspirantes a cubrir un puesto de pastor-esquilador de ovejas (noticia real de la que acabo de tener conocimiento), el tener estudios ya no sirve. Y el no tenerlos ni te cuento. Consecuencia: Los hijos de los pudientes a Oxford o Harvard. Los hijos de los demás a morirse de asco en el paro o con trabajos de mierda, contratos de mierda y salarios de mierda o a currar dónde y cómo puedan, preferiblemente en algún país angloparlante por eso del inglés. Todo será que cuando vuelvan, el proceso de selección hispano les exija chino o swahili.
Y todo esto viene a cuenta de que mi niña se me va. Ya sé que tiene veintitrés, pero siempre será mi niña. Y se me parte el corazón.
Pero es necesario. A ese convencimiento hemos llegado. Ella también. Como no somos de los de Oxford o Harvard, le toca currar. De aupair en el Reino Unido. Si viene dominando el inglés, objetivo cumplido y alabado sea Dios.
Es vergonzoso que hayamos llegado a esta situación. Es perfectamente válida para desarrollar infinidad de trabajos en nuestro país, si no fuéramos tan gilipollas en nuestro país. Pero gilipollas somos, y no poco. Así que tengo que verla partir, tengo que renunciar a verla durante meses y tengo que sufrir su ausencia.
Orgulloso de su valentía, por supuesto que lo estoy. Confiado en su adaptación, su rendimiento y su sentido de la responsabilidad, también. Preocupado, cómo no. Indignado, también.
No va a pasar ni un solo minuto en el que no estemos, los que la queremos, pensando en ella. No va a pasar ni un solo minuto en el que no estemos orgullosos de ella. No va a pasar ni un solo minuto en el que no piense en la gentuza que nos ha llevado a esta situación. No pasa ni un solo minuto en el que no me avergüence de esta mierda de país en el que he tenido la desgracia de nacer.
Estoy seguro de que la experiencia será enormemente enriquecedora y le proporcionará, más allá del idioma, valiosos conocimientos para encarrilar su vida. Que bien está lo que bien acaba y que no hay mal que por bien no venga. Que dentro de unos meses celebremos tan difícil decisión. Mi niña se lo merece. Que así sea.
Pues que sepan estos señores que hartos de ser ninguneados, despreciados y explotados, nuestros jóvenes, en pleno siglo XXI, se ven forzados a hacer lo mismo.
En un país incapaz de ocupar a la población activa y en el que se permiten barbaridades tales como pedirles inglés e informática a los aspirantes a cubrir un puesto de pastor-esquilador de ovejas (noticia real de la que acabo de tener conocimiento), el tener estudios ya no sirve. Y el no tenerlos ni te cuento. Consecuencia: Los hijos de los pudientes a Oxford o Harvard. Los hijos de los demás a morirse de asco en el paro o con trabajos de mierda, contratos de mierda y salarios de mierda o a currar dónde y cómo puedan, preferiblemente en algún país angloparlante por eso del inglés. Todo será que cuando vuelvan, el proceso de selección hispano les exija chino o swahili.
Y todo esto viene a cuenta de que mi niña se me va. Ya sé que tiene veintitrés, pero siempre será mi niña. Y se me parte el corazón.
Pero es necesario. A ese convencimiento hemos llegado. Ella también. Como no somos de los de Oxford o Harvard, le toca currar. De aupair en el Reino Unido. Si viene dominando el inglés, objetivo cumplido y alabado sea Dios.
Es vergonzoso que hayamos llegado a esta situación. Es perfectamente válida para desarrollar infinidad de trabajos en nuestro país, si no fuéramos tan gilipollas en nuestro país. Pero gilipollas somos, y no poco. Así que tengo que verla partir, tengo que renunciar a verla durante meses y tengo que sufrir su ausencia.
Orgulloso de su valentía, por supuesto que lo estoy. Confiado en su adaptación, su rendimiento y su sentido de la responsabilidad, también. Preocupado, cómo no. Indignado, también.
No va a pasar ni un solo minuto en el que no estemos, los que la queremos, pensando en ella. No va a pasar ni un solo minuto en el que no estemos orgullosos de ella. No va a pasar ni un solo minuto en el que no piense en la gentuza que nos ha llevado a esta situación. No pasa ni un solo minuto en el que no me avergüence de esta mierda de país en el que he tenido la desgracia de nacer.
Estoy seguro de que la experiencia será enormemente enriquecedora y le proporcionará, más allá del idioma, valiosos conocimientos para encarrilar su vida. Que bien está lo que bien acaba y que no hay mal que por bien no venga. Que dentro de unos meses celebremos tan difícil decisión. Mi niña se lo merece. Que así sea.
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