Ya escribí en http://pellejudoscorner.blogspot.com/2020/06/como-perros-con-bozal.html?m=1 lo que realmente significaba la imposición del uso de la mascarilla por parte de unos gobernantes de cuya chulería también hablé en http://pellejudoscorner.blogspot.com/2020/04/chulos.html?m=1
Ahora,- después de un año de culpable indolencia , indolencia que continúa con la esperpéntica distribución y administración de la tan esperada vacuna, esa que iba a suponer, según nos vendían, el fin de la pandemia-, resulta que nos premian con más chulería, extendiendo los supuestos de uso obligatorio de la mascarilla hasta el absurdo y fijando su final en el "final de la pandemia", fecha indeterminada que no les compromete a nada. Como si ese final dependiera exclusivamente de nosotros y no de ellos.
Y para rematar su desfachatez, sus "expertos" virólogos, que también deben ser futurólogos, nos piden nuevamente que nos esforcemos, que nos sacrifiquemos para superar la cuarta y sucesivas olas que, sin duda, están por venir. Burla cruel que muestra el desprecio que sienten por el esfuerzo y el sacrificio que, no lo olvidemos, la mayor parte de la población está entregando generosamente desde hace ya más de un año.
Ya sólo en nuestro ámbito privado parece que estamos libres del uso de la inefable mascarilla. Pero a pocos parece importar. Tal vez sea lo siguiente. Que entren en nuestras casas, que criminalicen la privacidad, que nos roben la ya escasísima independencia que nos queda, que pisoteen nuestra maltrecha dignidad y que nos despojen de cualquier resto de humanidad.
Dediquemos cinco minutos a pensar, seria y profundamente, en el deterioro que han sufrido nuestras vidas, en todo lo que nos está siendo arrebatado a pesar de nuestro recto proceder y en el cruel castigo que estamos recibiendo al ser culpabilizados injustamente, a través de los medios, por unos servidores del Estado interesados en desviar la atención de una situación por ellos gestionada y de la que en absoluto somos responsables.
Y concluyamos, como no puede ser de otra manera, que consentir este proceder es resignarse a una vida de esclavitud. Es dar por buena la rendición. Es entregarles nuestra alma. Es cambiar vivir por malvivir. Es peor que morir.
Tal vez esta reflexión, que nos debemos a nosotros mismos, a nuestros antepasados que lucharon por darnos una vida mejor y a nuestros descendientes a los que debemos dejar en un mundo alejado de la indeseable alienación a la que parecemos abocados, prenda la mecha de la necesaria y cada vez más urgente reacción.