La escritura como terapia


miércoles, 27 de octubre de 2021

De la hipocresía y la nueva segregación

Después de confinamientos, mascarillas, distancia social, geles, cierres perimetrales, aforos, vacunas y otras lindezas, no es de extrañar que pretendan poner la guinda marcándonos como al ganado.

La marca no es otra que el “pasaporte sanitario” también llamado “green pass” por aquello de la asociación infantiloide que relaciona lo verde con lo bueno.

Hay países, como Australia e Italia, que ya han instaurado la aberrante obligatoriedad de este carnet para poder vivir. Sí, he dicho bien, para poder vivir. Porque declarar que la vacunación no es obligatoria para, a continuación, establecer como necesario e imprescindible tener al día el dichoso pasaporte para, por ejemplo, poder trabajar, es terrorismo de Estado.

Es, de hecho, establecer un “apartheid” creando ciudadanos de primera y de segunda, y condenando a estos últimos a vivir en unas condiciones que progresivamente harán de ellos una especie de leprosos del siglo XXI.

No es de extrañar que muchos Estados occidentales, vasallos de poderes supranacionales carentes de escrúpulos y de moral, se presten a este cruel sinsentido, a esta discriminación de libro, a este insulto al libre albedrío y a la libertad de elección. Quién paga manda, y ellos obedecen. Execrable sumisión que está aniquilando la salud y la identidad de sus pueblos.

Sí, en cambio, llama la atención la actitud de una mayoría cobarde e hipócrita de la población de los países donde ya se ha instaurado, el dichoso pasaporte, o donde se pretende instaurar. Esta mayoría de ciudadanos “ejemplares” y obedientes no ha dudado en dejar con el culo al aire a aquellos de sus compatriotas que se han mojado protestando contra la injusta segregación de los que han optado por no vacunarse decidiendo libremente sobre algo que afecta a sus propios cuerpos y haciendo uso de su derecho a elegir. 

Hipocresía, en fin, de una amplia masa social que increíblemente no ve contradicción alguna en defender al mismo tiempo lo de "para abortar mi cuerpo es mío y yo decido" y lo de "para vacunarse mi cuerpo no es mío, es del Estado y de la sociedad y es ella quién decide". 

Estos ciudadanos, que se rasgan las vestiduras cuando les hablan del Apartheid sudafricano, no tienen problema alguno en aceptar que se discrimine a conciudadanos cuyo único delito es haber elegido no vacunarse. Es más, muchos de ellos apoyan abiertamente tal medida. ¿Hipocresía? Parece que sí. ¿Amoralidad? También.

Pues bien, os lo voy a decir alto y claro, lo que deberíais hacer es apoyar activamente a los que se oponen al “green pass” porque, más allá de cuál haya sido la elección de cada uno, vacuna si o vacuna no, la discriminación que provoca el susodicho documento es repugnante, contraria a los derechos fundamentales de las personas y sienta las bases para un control total del Estado sobre el individuo, para una suspensión permanente de la libertad y para una eficaz y férrea esclavización de la población.

Porque esto no es una lucha de ideologías ni de lealtades. Esto es una lucha por la libertad individual. Por la dignidad y el honor de las personas. Y en esa lucha estamos todos, vacunados y no vacunados, artificiosamente enfrentados gracias a las malas artes de un Estado que no vela por nuestros intereses y que no nos respeta como individuos libres e independientes.

No os alineéis con el mal. No os creáis que las prebendas del “green pass” van a saliros gratis. Una vez aceptado, a renovarlo. Con la tercera, la cuarta, las infinitas dosis…con la delación del vecino…con lo que se te ordene…si no obedeces, no pasas, no renuevas, no eres buen ciudadano...tu destino, la leprosería. No seas tonto, obedece, sé fiel y serás feliz. No tendrás nada, ni el derecho a decidir sobre tu estilo de vida, pero serás feliz. Eso te contarán. ¿Veis de qué va esto?

Obrad en consecuencia. Reconciliaos con vuestros congéneres. Luchad por vuestra independencia y por vuestra libertad. Luchad por la independencia y por la libertad de todos. No hay otro camino. La alternativa, la deshumanización, la alienación, la esclavitud. Vosotros elegís. Dios quiera que bien.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Torpeza imperdonable

Tenía que llegar el día en el que Almodóvar la cagara y lo ha hecho por la puerta grande.

En ocasiones anteriores había coqueteado con la autocomplacencia, como en “Los amantes pasajeros”, con lo comercial, como en la sobrevalorada “Todo sobre mi madre” o con lo panfletario, como en “La mala educación”, pero lo cierto es que estos deslices eran compensados con creces por sus muchos aciertos lo que hacía que sus seguidores, entre los que todavía me encuentro, lo pasáramos por alto.

Pero a la recién estrenada “Madres paralelas” ni hay Dios que la salve, ni disculpa que aplicarle, ni piedad que mostrarle. Almodóvar, esta vez, se acomoda y chochea.

No es cine, es propaganda. Burda propaganda. Sonrojante mensaje panfletario torpemente dirigido a la conciencia del espectador que ríe por no llorar ante tan patético y burdo espectáculo.

Almodóvar ha pretendido erigirse en el Eisenstein patrio, pero sin la genialidad de aquel. El poder acariciará su lomo para premiar su compromiso. Al espectador le costará darle otra oportunidad.

Un guión balbuceante más preocupado de encajar el mensaje propagandístico que de armar una historia interesante, convincente y creíble, da como resultado una colosal mediocridad en la que no se reconoce al Almodóvar al que siempre he admirado. Sin humor, sin pasión, sin emoción y sin ritmo, el Director de las emociones ha vendido, veremos si cara, su genialidad. Mala, malísima, como pegar a un padre con un calcetín sudado, resulta esta película donde los actores, no sé si por una dirección descuidada e insuficiente o por la imposibilidad de creerse a tan patéticos personajes, resultan fríos y poco convincentes.

Una película, en fin, que ni me engancha, ni me emociona, y que contemplo con la frialdad de una noche de enero y con la indignación del seguidor defraudado y traicionado.

Un bodrio.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Polarización

¿Hay alternativa al enfrentamiento? Por supuesto, siempre la hay. Hablaré de ella al final de este largo artículo. Pero, ¿interesa al Estado fomentar el entendimiento? Rotundamente no. Rinde más la crispación. Por eso en tema tan polarizado, con toda la intención, como es el de la vacuna anti-COVID, sólo parecen posibles dos posturas. O estás a favor o estás en contra.

Si estás en contra te colgarán un rosario de etiquetas insultantes y poco amables, entre las que Negacionista parece ser la estrella. Si estás a favor también serás etiquetado, faltaría más, y Tragacionista, por similar sonoridad y mala leche equivalente, cumple perfectamente esa función.

Negacionistas vs. tragacionistas. Repugnantes sambenitos que, en aras a facilitar la comprensión de mi escrito voy a conservar. Bandos opuestos fanatizados por las consignas de un Estado que, lejos de conciliar, agita y envenena, favorece la división, torpedea la convivencia e incita al odio. La guerra está servida.

Conozcamos a los combatientes…

Los Negacionistas piensan que estas controvertidas sustancias a las que llaman “vacunas” son sustancias no testadas suficientemente, aprobadas por la vía de urgencia con el riesgo asociado de provocar efectos adversos graves, muy graves e incluso la muerte a corto plazo, algo ya sobradamente contrastado, y con consecuencias desconocidas a medio y largo plazo, tal y como ha sido reconocido por las farmacéuticas comercializadoras al no haber transcurrido el tiempo suficiente y necesario para despejar las dudas que impiden que a día de hoy estas “vacunas” puedan considerarse seguras.

Los Tragacionistas piensan que inocularse la vacuna es seguro. La que les toque, con las dosis que les digan (de la misma marca o combinadas, según disponibilidad y dependiendo del país o de la Comunidad Autónoma que la suministre), sin prescripción médica ni estudio individualizado alguno. Y para ellos es seguro inocularse porque creen cierta, sin ningún género de duda, la información que les llega procedente de las autoridades, vía medios de comunicación, donde a la vez que se eluden responsabilidades se transmite la idea de seguridad, minimizando de paso los casos, a los que no dudan en calificar de anecdóticos, de personas que han muerto o han sufrido efectos adversos graves o muy graves tras la inoculación.

Los Negacionistas, teniendo en cuenta la nula seguridad que ofrecen las “vacunas”, deciden que en su caso -valorando su edad, su estado de salud, sus antecedentes médicos, la incidencia de la enfermedad y la posibilidad, siempre presente, de inmunizarse de forma natural- es más peligroso inocularse que no hacerlo. Es decir, eligen libremente correr el riesgo, que consideran mínimo para ellos y nulo para los demás, que conlleva su decisión.

Los Tragacionistas, acuden felices, como en jornada electoral, a pincharse la sustancia porque se consuelan haciendo suyos eslóganes gubernamentales tales como “son más los beneficios que los riesgos”, riesgos que a corto plazo son equiparables a jugar una partida de ruleta rusa y a futuro, por desconocidos, son como poco preocupantes. También creen, porque se lo dicen en la tele, que con su decisión son más responsables, más solidarios y, en definitiva, mejores personas. Sería bonito si fuera cierto. Pero lamentablemente no lo es. Si nos atenemos a lo que nos dice la doctrina oficial, a la que se agarran estos ingenuos, veremos que los vacunados pueden seguir contagiando y contagiándose, como los no vacunados, y no, no es cierto que “contagien menos” tal y como se intentó asegurar, a falta de argumentos, en un programa de una de las televisiones generalistas, lo que fue inmediatamente desmontado por el experto invitado de turno (nada sospechoso de negacionismo) que, escandalizado, afirmó tajante que no se contagia más o menos, que se contagia o no se contagia. Por tanto de responsables y solidarios, ná de ná, al menos no más que los no vacunados. Y al hilo de esto, me viene al pelo citar la campaña actual de este miserable Gobierno/Estado para incitar a los adolescentes a la vacunación, donde en uno de sus repugnantes spots se dice “Es una manera de pensar en los demás y ser solidarios” Pues como hemos visto ni una cosa ni la otra. Una manera de ser obediente sí que es. Pero eso no implica ser mejor persona.

Los Negacionistas, analizan la información y sacan conclusiones. Y concluyen, entre otras cosas, que la famosa inmunidad de rebaño, que se le muestra al pueblo como la zanahoria al burro, es imposible con la “vacuna”,  ya que evidentemente si con ella no se consigue la inmunidad individual, no puede haber inmunidad de rebaño. Y se ríen, por no llorar, de ver cómo las autoridades se permiten, negando la evidencia, engañar a su pueblo fijando sucesivamente el porcentaje de vacunados a alcanzar para conseguir la inalcanzable, por medio de las “vacunas”, inmunidad de rebaño (70, 80, 85, 90%… Con el 99% se descuelgan los sátrapas de la Comunidad de Madrid… o todos en todo el mundo, como se atrevió a decir hace unos días el sinvergüenza del Dr. Simón). Burda estrategia para que todos se vacunen como si no hubiera un mañana. ¿Inmunidad de rebaño con una sustancia que no inmuniza? Lo que no es posible no es posible y además es imposible.

Los Tragacionistas siguen a la zanahoria con fanática credulidad. Se pinchan, se pinchan y se pinchan. Pinchan a sus familiares, a sus hijos, a sus amigos, a su perro… En vacunódromos express, sin cita previa, sin prescripción facultativa ni consentimiento informado, sin tener en cuenta circunstancias personales ni historias clínicas, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo. Con prisa y sin pausa…Vorágine inoculadora…Sin bajarse del coche…Llegas, te pinchan y te vas…Aberración sanitaria…Nuevas dosis en el horizonte…para la inmunidad del rebaño…por el bien común…para volver a la normalidad…el que no se consuela es porque no quiere.

Los Negacionistas no se creen el “si te da, te da suavecito” ni el “si te vacunas no te mueres” o, como dijo el Ministro de Sanidad de Israel ahondando en el concepto de suavidad “si estás inoculado tendrás una muerte más suave”. Y no se lo creen porque ya hay noticias indudablemente ciertas que citan casos de ingresos hospitalarios y de fallecimientos de personas con la pauta completa de vacunación (Del 8 al 11/09/2021 se han producido en Extremadura 17 fallecimientos por Covid, de los que 16 se corresponden con personas vacunadas, según fuentes oficiales de la Junta de Extremadura y sólo por poner un recientísimo ejemplo). Tampoco tienen intención alguna de colapsar las UCI,s tal y como frecuentemente se sugiere, tras consultar la bola de cristal supongo, desde los medios generalistas que pintan para ellos una muerte cierta y agónica, lo que tranquiliza a los tragacionistas que hacen suyo ese discurso.  

Los Tragacionistas son felices pensando que si enferman o mueren será suavecito. Y como enfermaran suavecito, pues no colapsarán las UCI,s, lo que es un ejercicio de responsabilidad ¿? al evitar costes a la Seguridad Social. Por ello algunos dicen y otros insinúan que los “insolidarios” e “irresponsables” negacionistas deberían ser privados de atención médica cuando necesiten, que seguro que lo necesitarán, ser atendidos en un hospital donde sin duda colapsarán las carísimas UCI,s., colapso, dicho sea de paso,  innecesario y evitable porque su destino final, todo el mundo lo sabe, será la muerte. Eso sí, si la muerte por una improbable y desgraciada casualidad les toca a ellos, a los tragacionistas, será dulce y placentera. Asegurado al 100 % gracias a los numerosísimos estudios científicos que se han realizado al respecto. Porque se han hecho, ¿O no?.

Los Negacionistas no están necesariamente en contra de las vacunas en general, implantadas desde hace muchos años y que se aprobaron con unos plazos de testeo que garantizan su eficacia y seguridad. De hecho, la mayoría de estas personas están en contra de estas “vacunas” en particular, las llamadas anti-covid, por las razones que ya se han citado.

Los Tragacionistas no entienden de testeos y de plazos. Creen en los Organismos nacionales e internacionales y en el discurso oficial transmitido machaconamente por los medios, en especial por la televisión. Si estas vacunas dice el Gobierno, la OMS y perico de los palotes que son necesarias y seguras, pues lo son. Y punto.

Los Negacionistas generalmente mantienen una posición crítica hacia sus gobernantes. Lo que, más allá de ideologías, no podía ser de otra manera. Fundamentalmente se trata de ciudadanos que sufren una implacable persecución social alentada, de forma rastrera y tremendamente injusta, por los organismos públicos y mediáticos para convertirlos en chivos expiatorios, muy útiles para tapar la propia negligencia con la que han manejado la pandemia muchos Estados. Y porque, asimismo, estas personas reciben una asfixiante e intolerable presión, salpicada de amenazas constantes, por no plegarse a la doctrina oficial, esa que trata de obligarles a vacunarse so pena de exclusión social y vía restricción de sus derechos y libertades. O estás conmigo o estás contra mí. El famoso pasaporte Covid y lo que permite o permitirá. Una clarísima y brutal discriminación en toda regla. Una teórica libertad de elección, la de la voluntariedad de la vacuna, cercenada con toda la desvergüenza con la que el Estado se está malacostumbrando a actuar.

Los Tragacionistas mantienen una fidelidad perruna hacia sus gobernantes. Acomodados a favor de la corriente. Cobardes incapaces de cuestionar al Estado pero crueles en su ensañamiento con el disidente. Envidiosos y revanchistas. Culpables por acción u omisión. No es de extrañar que esperen su hueso, su recompensa. Muchos recibirán jubilosamente el pasaporte Covid. Ese que les nombra ciudadanos de primera por ser obedientes. Ese que discriminará a los únicos que luchan por la dignidad y la libertad de todos. Ese que supone una vergüenza para quién lo implanta y para quién lo apoya. Ese que les incapacita para dar clases de moral. Ese que les convierte en miserables, aunque no lo sepan o no lo quieran reconocer.

Los Negacionistas manejan una información sobre la magnificación de la pandemia, sobre las recurrentes medias verdades, contradicciones, ocultaciones y mentiras sembradas de forma continua por el Estado para implantar la cultura del miedo, sobre el fraude de las PCR y el mito del asintomático, sobre las formas de transmisión de la enfermedad, sobre la eficacia real de las mascarillas o sobre la incidencia de la enfermedad, que les hace mirar a sus semejantes con respeto y confianza. Luchan por la dignidad y la libertad de todos. No tienen miedo, lo que no les convierte en insensatos. Demandan de compañeros, familiares y amigos el mismo trato que ellos no han dejado de dispensarles. Odian las miradas desafiantes que muchos les dedican desde el desprecio o el terror. Desean liberar a la sociedad de la tiranía impuesta. Desean que la sociedad vuelva a ser lo que era. Desean que, al menos en el terreno sanitario, confiemos los unos en los otros como lo hemos hecho siempre. Tienen claro que el Estado, por méritos propios, es el enemigo contra el que hay que luchar.

Los Tragacionistas manejan la información, convenientemente manipulada, que el Estado les proporciona con la culpable colaboración de los medios de comunicación de masas. Se tragan todo lo que les dicen sin pararse ni un segundo a pensar si lo que les dicen tiene cierta lógica o no. Asimilan como normal el estado permanente de terror al que han sido hábilmente conducidos por la ingeniería social al uso. Asumen sin demasiado esfuerzo que el semejante es potencialmente letal por lo que lo más lógico es evitarlo y arrinconarlo, en especial si discrepa de la versión oficial, que hacen suya. Sacrifican su libertad por una falsa seguridad. Persiguen la utopía del riesgo cero y reniegan de compañeros, familiares y amigos a los que miran con desconfianza y terror. A los que no respetan. A los que, si piensan diferente, culpabilizan de la situación. Arteramente dirigidos desde los medios, luchan contra sus aliados y colaboran, de forma consciente o inconsciente, con su enemigo, un Estado que les lleva irremediablemente hacia una sociedad de amos y esclavos. Sin derechos, sin libertades, sin salida. Mueren en vida y pretenden que todos mueran con ellos. Entierran la alegría sin rendirle ni un homenaje. Se regocijan en su mediocridad. Cabrean al más pintado.  

Pero no todo está perdido. Porque más allá de etiquetas y de posicionamientos irreconciliables, cabe otra opción. La de aquellos que habitualmente mantienen hacia sus semejantes una actitud respetuosa para con su forma de pensar, para con su forma de vivir y, en el caso que nos ocupa, para con la decisión tomada. Para ellos, vacunados y no vacunados son personas que según les dicta su conciencia han elegido de manera honesta y responsable si inocularse o no y a las que, por tanto, hay que respetar por encima de cualquier otra consideración. Son personas a las que repugna cualquier forma de discriminación. Personas que no recelan de sus semejantes. Personas que integradas en la Naturaleza, conviven sin temor con ella. Personas que no quieren verse asfixiadas por un Estado que arbitrariamente las limite e invada su privacidad. Personas que no quieren ver cercenadas sus libertades en nombre de una mas que cuestionable seguridad. Personas que piden, exigen respeto, respeto y respeto. De y para todos. Personas a las que no vale la “nueva normalidad”.

Y tú, ¿de quién eres?.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

18 meses

Ya han pasado unos 18 meses desde que nuestras vidas dieron un vuelco, aunque más exacto sería decir que nuestras vidas fueron volteadas.

El motivo “oficial”, una discutible pandemia provocada por un misterioso virus de origen incierto, expansión galopante y  elevada letalidad.

El primer impacto, lógico que nos dejara aturdidos e imposibilitara el pensar con claridad. Después de este tiempo ya no hay excusa que valga.

Hemos de reflexionar, hemos de sacar conclusiones, hemos de recuperar nuestra dignidad, hemos de exigir saber la verdad, hemos de resarcirnos por lo perdido y hemos, en definitiva, de recuperar nuestras vidas y nuestra libertad.

No es posible que demos la espalda a las decenas de falsedades, medias verdades, inexactitudes, informaciones tendenciosas, contradicciones, amenazas y arbitrariedades con las que nuestros gobernantes, centrales, autonómicos o municipales, nos han humillado a diario y hasta decir basta, todo ello con la inestimable colaboración de sus asalariados de los medios de comunicación y del ámbito sanitario, y siempre obedeciendo a aquellos a quienes sirven, que a poco que pensemos deduciremos que nos es precisamente al pueblo.

Es hora de apagar la tele y vivir. “Soltar el miedo y probar a vivir durante una semana como lo hacíais antes”, decía una actriz italiana de la que lamentablemente no recuerdo el nombre. Pues eso, salir con vuestros amigos, abrazar y besar a vuestros seres queridos, disfrutar del deporte, del ocio, de todo lo que llenaba vuestras vidas antes de la pandemia, sin mascarillas, sin distancia y sin restricciones. En definitiva, probar durante una semana a ser lo que erais antes y sólo así estaréis en disposición de daros cuenta de lo mucho que habéis perdido sin que el peligro sea tanto como nos quieren hacer creer.

Y me diréis ¿Por qué nos han mentido?. Y yo os contestaré, por dinero y por vasallaje al poder. Porque cuando alguien paga, a gobiernos, a organismos internacionales, o a lo que se tercie, para ostentar el poder y encuentra gente amoral y corrupta dispuesta a venderse y a defender sus intereses, el pueblo queda fuera de la ecuación. Y si alguien a fecha de hoy piensa que los sucesivos gobiernos de este nuestro lamentable país han mirado por nuestros  intereses y no por los de los que les mantienen económicamente y les aúpan a posiciones relevantes a cambio de su fidelidad, no es que sea ingenuo, es que es más tonto que Abundio.

Basta ya. Dos más dos son cuatro, joder. Espabilar que parecéis de inteligencia submental. Apagar la tele o cuestionar lo que en ella os dicen. Sentido común. Están tan enchulados, los corruptos éstos, que cometen un error tras otro. Es facilísimo pillarlos. Lo inteligente es denunciarlo. Lo estúpido, es creerlos, defenderlos y colaborar con ellos.

El prójimo no es tu enemigo. El Estado, sí. Recupera tus fiestas, tus tradiciones, tu fe, tus peñas, tus aficiones…tu vida. Pero sin restricciones, que asco de palabra.

Tened cojones, por Dios. Y decid BASTA. Esto tiene que acabar y algunos tendrán que pagar por todo lo que nos han hecho.

Nuestra vida es nuestra, debéis gritar. Y sólo así saldremos del agujero. Ellos no nos van a sacar, perderían su tiránico poder, debemos salir nosotros. Fuera mascarillas en exteriores, fuera mascarillas en interiores, una mierda para la distancia social, me vacuno si yo quiero y si no quiero no me discrimines por ello. Eso es un pensamiento positivo. Lo demás son coartadas de colaboracionistas miedosos, mediocres y envidiosos.

Ya he escrito hasta la saciedad en ésta, mi particular cruzada por la salvación, y en éste, mi blog pellejudoscorner.blogspot.com, sobre las sucesivas mierdas que hemos tenido que tragar procedentes de este Gobierno, llámale Estado, sobre temas como las mascarillas, las PCR, las vacunas, el pasaporte Covid y su puta madre. Y sinceramente, estoy un poco harto de que apenas sirva para algo. Sólo me queda la satisfacción de que al menos mis reflexiones son meditadas, contrastadas y argumentadas. Las de la mayoría, son repeticiones tragacionistas de eslóganes y soflamas. Una paja mental. Pero si la masa fuera inteligente no sería masa. Al menos espero de ella que tenga dignidad y que reivindique su libertad.   

A ver si despertamos de una vez. Nos queda poco tiempo. Después, será demasiado tarde.

martes, 13 de julio de 2021

Libertad, Igualdad y Fraternidad

Según publica hoy el diario El Mundo, el Sr. Macron, presidente de la República francesa, la de la libertad, la igualdad y la fraternidad, ha anunciado:

Que la vacunación pasa a ser obligatoria para todo el personal que trabaje en el sector sanitario o asistencial. Tienen hasta el 15 de septiembre. Luego serán sancionados si no lo han hecho (esta es su LIBERTAD).

Para convencer al resto de la población de que se vacunen, la estrategia es algo más sutil (Visto lo que viene a continuación, el periodista que tal escribe no parece tener muy claro el concepto de sutileza). A partir de la semana que viene el Pasaporte sanitario será imprescindible para acceder a todo evento que reúna a más de 50 personas. Hasta ahora, lo era para reuniones que superaran las mil personas. Y desde el 1 de agosto para acceder a centros comerciales, bares, cafés y restaurantes así como a las residencias de ancianos, clínicas y hospitales (o sea, si te pones enfermo o sufres un accidente y no estás vacunado, te dejarán morir en la puerta del hospital).También trenes, buses y aviones de largo recorrido (de viajar a ver a parientes o amigos, o por negocios, o por placer, a olvidarse).

Macron fue claro. En lugar de restricciones para todos, restricciones para los no vacunados (esto es su IGUALDAD). El presidente apeló al civismo y la madurez (¿?) pero dejó claro que si la persuasión no funciona, se planteará hacer obligatoria la vacunación para todos. ¿Cuándo? En otoño. "Nueve millones de dosis os esperan" afirmó el jefe del Estado que apeló a la ciencia y recordó que Francia es la patria de Pasteur.

El pase sanitario indica si uno está vacunado o si acaba de dar negativo en un test PCR. Y para empujar a sus conciudadanos a vacunarse, los test PCR dejarán de ser gratuitos a partir de octubre. Se trata de hacer pasar por el aro de la vacuna a los recalcitrantes (declaración que, sin duda, favorecerá las relaciones FRATERNALES) que prefieren hacerse un test tras otro. De momento, los extranjeros ya tienen que pagar los test, 45 euros, puesto que en el resto de países de la UE son de pago.

¿Tan grave es la situación epidémica en Francia? No. Pero Macron prefiere intervenir antes. Mejor ahora, cuando los contagios empiezan a subir que en otoño cuando pueden dispararse. Y, desde luego, utilizar el avance de la variante Delta (el maravilloso y oportunísimo mundo de las variantes) para dar un empujón a la campaña de vacunación.

La tasa de incidencia está en 25 por 100.000 (que con esta tasa se trate de justificar esta desvergüenza arroja no pocas dudas sobre las verdaderas intenciones de estos tiranizados gobiernos títeres occidentales, con Francia a la cabeza). En cuatro departamentos supera el 50, nivel de alerta: ParísAlpes y los dos departamentos de los Pirineos que limitan con Cataluña y el País Vasco. Si la tasa alcanza los 200 casos, los prefectos, delegados del gobierno, pueden adoptar toques de queda. Es el caso de Martinica y la Reunión.

El gobierno aprobará la próxima semana en consejo de ministros un proyecto de ley para convertir en obligatoria la vacunación contra el covid. La verdad, es incomprensible esta resistencia cuando desde 2005 están obligados a vacunarse contra la hepatitis B (tal vez sea, y no creo arriesgarme mucho con mi apreciación, porque la vacuna contra la hepatitis B ha sido probada en forma y plazo para ofrecer todas las garantías que las vacunas contra el covid no ofrecen). El texto será votado en la Asamblea Nacional antes de que acabe julio. Macron no tiene problema de apoyo. No sólo cuenta con sus diputados y sus aliados centristas sino con la derecha clásica y los socialistas. En cambio, los extremistas de derecha, Marine Le Pen, y de Izquierda, Jean Luc Mélenchon, se oponen a la obligatoriedad por razones que rayan en lo conspiranoico (argumento de los que no tienen argumento. Si discrepas del todopoderoso gobierno, tiro de adjetivación, te cuelgo la etiqueta de despreciable conspiranoico, y caso resuelto. Porque, a ver si os enteráis de una vez, la libertad de pensamiento ya es cosa del pasado y no tiene cabida en este régimen global donde el pensamiento único no es una opción)”.

Lo indicado en este artículo de “El Mundo”, donde me he permitido introducir algunas reflexiones (entre paréntesis y subrayadas), es gravísimo, ya que justifica e institucionaliza un trato discriminatorio de manual y supone un ataque burdo y directo contra el libre albedrío, lo que debería despertar no pocas conciencias y precipitar una contundente y fulminante reacción.

El pasado 3 de junio en mi artículo “Pasaporte Covid”, http://pellejudoscorner.blogspot.com/2021/06/pasaporte-covid.html ya abordé esta cuestión y, con lo ocurrido y lamentablemente, lo allí escrito cobra hoy plena actualidad.

jueves, 3 de junio de 2021

Pasaporte Covid

A estas alturas, nadie debería ignorar que nuestro odioso Estado sirve a su pueblo una información convenientemente manipulada.

El último ejemplo nos lo brinda la furibunda, y para nada inocente, campaña publicitaria en pro de la vacunación contra la inefable Covid-19.

Sirviéndose, como siempre, de los medios de comunicación de masas, se anima a la ciudadanía a vacunarse con el objetivo, nos cuentan, de lograr una inmunidad de rebaño que dé por finalizada la ya tristemente famosa “pandemia”.

Consecuentes con su discurso, no es de extrañar esta forma de proceder. El problema, como siempre, es que van un paso más allá y aprovechan su privilegiada posición y sus malas artes para, usando tendenciosos eslóganes, acusar y desprestigiar a los que osen tomar la decisión contraria a la que ellos proponen, favoreciendo de este modo el que dichas personas sean sometidas por la mayoría a un inmisericorde juicio mediático, que las condena y, a falta de lapidación o destierro, las “marca” para su escarnio social.

Teniendo en cuenta que, para una parte cada vez mayor de la población, los consejos de las autoridades gozan a fecha de hoy de escasa credibilidad, fruto del errático proceder de estos esperpénticos gobernantes y su cohorte de “expertos”, es fácilmente entendible que surjan, legítimamente, mil y una dudas sobre la bondad de las vacunas propuestas.

Por eso, y partiendo de la base de que la vacunación es voluntaria, es una indecencia y una bajeza moral utilizar lemas del tipo “Protégete a ti, para proteger a los demás” o “Yo me vacuno seguro”, afirmaciones que, además de ser evidentemente falsas, provocan el enfrentamiento y la división social. De nuevo el divide y vencerás. Convierten, en fin, una decisión personal, libre y voluntaria en algo plausible o execrable dependiendo del signo de dicha elección, convirtiendo a los que optan por no vacunarse en blanco de las críticas, amenazas y burlas del resto, que además ve justificada su actuación por estar en el lado “bueno” de la cuestión, tal y como les hacen creer desde la arrolladora e implacable maquinaria del Estado, la misma que ha creado contra los disidentes, por insignificante que sea su disidencia, unos muy eficaces canales de acoso y descrédito a través de patrañas propagandísticas difundidas por los medios de comunicación y por las redes sociales.

Y cómo es esto posible, me pregunto. Porque no hay respeto, me respondo.

Que el Estado ni nos respeta ni nos sirve, me consta y cuento con ello. Que la mitad de la población no respeta a la otra mitad, me consta pero me duele.

La decisión de vacunarse es voluntaria, personal y afecta única y exclusivamente al que la toma. No voy a entrar a analizar en detalle cuáles son, desde mi punto de vista, los pros y los contras de la vacunación, porque no es esta la cuestión que ahora me ocupa. La cuestión es que cada uno tiene que ponderar los suyos y tomar una decisión que afectará, insisto en ello, única y exclusivamente a su vida.

Ateniéndonos a la versión oficial, el que se vacune quedará en gran media protegido contra la enfermedad pero a cambio correrá los riesgos asociados a los posibles efectos adversos a corto plazo, ya conocidos y entre los que se encuentra la muerte, y a medio y largo plazo, que lógicamente se desconocen. Por el contrario, los que no se vacunen no sufrirán los posibles efectos adversos asociados a la vacuna que les hubiera tocado en suerte, pero en cambio quedarán desprotegidos frente a un posible contagio de la enfermedad.

Por tanto, cabe concluir que si te vacunas te proteges a ti mismo, no a los demás; y si no te vacunas, tu eres quién queda expuesto, no los demás. Esto en Barrio Sésamo, salvo censura gubernamental, lo hubieran explicado así.

Y antes de continuar, permítaseme un inciso. Lo de “el beneficio es mucho mayor que el riesgo” no deja de ser una desvergonzada e inadmisible petición que nuestro lamentable Estado lanza alegremente a la población para que se juegue la vida a la “ruleta rusa”, lo que está muy bien para el que quiera jugar, pero en absoluto lo está para el que, no queriendo jugar, es empujado al sacrificio, como en ciertas culturas precolombinas, so pena de exclusión social. 

Y todo esto nos conduce al ya tristemente famoso, por la amenaza de su inminente implantación, “Pasaporte Covid” o “Carnet de vacunación” o como se le quiera llamar. Un nuevo episodio liderado por los psicópatas, centrales y autonómicos, que nos gobiernan, y que además se disputan el dudoso honor, la vergüenza diría yo, de ver quién ha sido el primero en proponerlo.

Este “invento” no tiene otra función que la de segregar de forma clara y contundente a una parte de la población, curiosamente a esa parte de la población más crítica con las “recomendaciones” de las todopoderosas autoridades gubernamentales. El cómo lo harán, está por ver, pero no parece descabellado aventurar que posibilitará el negar o dificultar el acceso a determinados bienes y  servicios a los no vacunados, lo que supondrá una discriminación en toda regla.

Lo curioso es constatar que esta forma de discriminación no parece escandalizar a las masas, lo que no deja de irritarme especialmente. Prueba de ello es observar como muchos de entre los que se rasgan las vestiduras cuando se discrimina por razón de sexo, raza, credo o condición sexual, comprenden y aplauden la inminente instauración de este documento, supongo que porque la propaganda oficial ha conseguido que piensen, absurdamente, que discriminar a personas que no tomen la decisión aconsejada por el Estado y adoptada por la mayoría, no es discriminar.

Pues eso, los vacunados tendrán un carnet VIP que les permitirá hacer cosas que otros no podrán. Y eso les mola. No lo pueden evitar porque toca esa fibra altanera y egoísta que muchos llevan dentro y que les hace olvidar conceptos como el respeto, la empatía o la solidaridad. Pensarán “A los que se discrimine y se arrincone por no tener el carnet, pues que les den, merecido lo tienen”, y lo harán sin pensar que tal vez en el futuro también ellos podrán ser discriminados si no cumplen con los requisitos, que hipotéticamente se puedan establecer, para renovar el dichoso carnet.

Un instrumento, en fin, que con el beneplácito de la mayoría ayudará a consolidar nuestra cada vez más evidente falta de libertad.

Y el Estado, una vez más, tremendamente eficaz. No obliga a vacunarse, pero estigmatiza y discrimina al que no lo hace, atizando a las masas contra él. Propio de uno de los ejecutivos más abyectos de los últimos tiempos. Creo que el Nobel de la Concordia no se lo deberían dar.

martes, 11 de mayo de 2021

El miedo es libre

Otra mierda de frase que, a modo de incontestable axioma, repite la gente hasta la saciedad.

Razonamiento que pretende legitimar un sentimiento, el miedo, en base a la libertad de elección que el individuo cree ejercer a la hora de tenerlo. Curioso, por tanto, que sus valedores consideren que el no tenerlo no es opción.

Lo que yo elijo, dicen, tengo la libertad de elegirlo. Lo que tú eliges, como no coincide con lo que yo he elegido, pues va a ser que no.

Doble error el de estos campeones del razonamiento inducido. Primero por no respetar la elección de los demás, aun siendo contraria a sus preferencias, lo que automáticamente y en justa reciprocidad convierte sus opiniones en poco o nada respetables. Segundo, por considerar que el miedo se elige, cuando hasta el más necio sabe que el miedo simplemente se tiene o no se tiene.

No queráis, pues, hacer de vuestro defecto, virtud.

La prudencia es virtud. El miedo, no.

Tan sencillo como eso. Tanto miedo y tan mal gestionado os hace, queridos amigos, vulnerables, inseguros, irracionales e infelices, lo que es digno de lástima. En otros muchos casos, y lo que es peor, os vuelve envidiosos, rencorosos, intransigentes, egoístas y profundamente injustos, tal y como al Estado le gusta. En este caso, la lástima está de más.

Coartadas mentales, inducidas por el todopoderoso Estado a través del terrorismo informativo y con la finalidad de fijar el punto de mira en el disidente, no les van a faltar a estos apóstatas del pensamiento independiente, de la lógica y del sentido común. Trajes a medida de las masas rendidas y cómplices, por acción u omisión, de la destrucción de nuestra civilización. Eslóganes que a modo de machacones mantras perforan sus cerebros, ya bastante mermados, y que no son más que estomagantes y nauseabundas excusas para defender el pensamiento único, ese que está a años luz de la libertad.

Observamos este proceder día tras día, cuando en los prostituidos noticiarios televisivos nos muestran una selección de individuos, llamativamente uniformes en su razonar, defendiendo confinamientos, mascarillas, toques de queda y cierres perimetrales hasta el infinito, tanto en lo restrictivo como en lo temporal, supongo que porque tendrán miedo. O porque tienen pocas luces. O porque defienden inconfesables intereses. O por todo a la vez.

Con decir la frasecita “El miedo es libre” asunto resuelto.

Pues dejarme deciros una cosita. Vuestro miedo no afecta única y exclusivamente a vuestras vidas, ya que es utilizado por las autoridades para restringir la libertad de todos, también de los que no lo tenemos, máxime cuando vuestro proceder avala la idea, hábilmente introducida por el Estado, de que el no tenerlo es característico de seres peligrosos y asociales responsables al cien por cien de la situación y para los que todo castigo es poco. Demostráis con ello muy poca inteligencia y una escasísima humanidad. No sois, siento decirlo, más que un puñado de ignorantes egoístas que queréis para los demás la misma vida infeliz y miserable que, por culpa del miedo, caracteriza vuestra existencia. En lugar de luchar por vencer al miedo, lo que activaría sentimientos de solidaridad y comprensión, pretendéis que todos lo sintamos, lo que nos provoca indignación. El mal de muchos, consuelo de tontos. Exactamente lo que quiere el Estado. Justamente contra lo que hay que luchar.

Por lo que a mí respecta, podéis seguir practicando esa fe ciega en un Estado que no os afloja la correa ni después de vacunaros, y siempre podréis, indefensos y asustados ante un hipotético relajo en las medidas “preventivas” impuestas, encerraros en vuestras casas o mantener vuestro rostro protegido con una mascarilla de por vida. La voluntariedad es lo que tiene, que os permite ser tremendamente restrictivos … con vosotros mismos, aunque tal vez así ya no os resulte tan estimulante.

Eso sí, a mí me dejáis en paz. Que mi vida, como es mía, la gestiono yo. Aunque esto, tal vez, tampoco os cause placer.

Recordad, en fin, que por mucho que repitáis la dichosa e inconsistente frasecita, el miedo no os hace libres sino esclavos. Podéis asumir dicha condición o luchar para cambiarla.

jueves, 6 de mayo de 2021

Y ahora, ¿Qué?

Pues mucho me temo que más de lo mismo.

Hemos asistido expectantes al número circense al que denominan “La fiesta de la democracia”, ese en el que muchos ponen un papel en una urna pensando que dicho papel es de una importancia vital para el buen funcionamiento institucional.

Ha sido, esta vez, en la Comunidad de Madrid, donde una señora ha ganado prometiéndonos, una y otra vez, que ella y sólo ella podía garantizarnos la libertad, esa libertad que hemos visto cruelmente pisoteada con la coartada pandémica.

Siniestros, es cierto, eran sus adversarios. Clones del poder central y, como tales, ávidos de continuar con el Estado de Terror impuesto por aquel. Su debacle, un pequeño respiro.

Inquietante, no obstante, resulta constatar a qué partido sirve esta Juana de Arco de pacotilla. Un partido que lleva años caracterizándose, como casi todos los que participan en este show mal llamado Democracia, por ser tan servil a sus amos como los que ahora ostentan el poder y lo evidencian sin disimulo alguno.

Bochornosas escenas parlamentarias donde escenifican un falso antagonismo, a pocos pueden ya engañar, sobre todo teniendo en cuenta que a la hora de la verdad siempre se ponen de acuerdo en aprobar todo tipo de disposiciones, despropósitos diría yo, que benefician a unos pocos a costa de machacarnos a muchos.

Yo creo, que lo de la Sra. Ayuso es una cuestión de conciencia. Bajo su declarado cristianismo y sabedora de que, según su doctrina, puede eludir la justicia humana pero nunca la divina, intenta ser justa en la medida en que la dejan, que supongo será poco.

Por eso sería bueno que recordara que no cumplir las promesas dadas no deja de ser un pecado que merece ser castigado.

Libertad, es lo que nos ha prometido. Y es lo que quiero. Y lo quiero ya. No me vale a estas alturas que nos siga encerrando en nuestras casas, en nuestros barrios o en nuestras ciudades. No me vale que me mande a casa en horario infantil. No vale que me discrimine obligándome a llevar un carnet de vacunación. No me vale salir a la calle con la cara tapada con una mascarilla. Todo eso no es libertad. Ya no cuela, después de un año de falsa pandemia, seguir con la excusa de la salud pública. La Sra. Ayuso y su equipo de incondicionales tienen los datos, los conocimientos y el acceso a fuentes que les permiten saber lo que de verdad está pasando, y continuar, como siguen haciendo, pidiendo instrumentos para poder someter al pueblo a vejatorias privaciones de libertad invalida el eslogan de su campaña electoral.

No sea hipócrita, Sra. Ayuso, y tenga un gesto para demostrar su buena fe. De lo contrario, en poco se diferenciaría de los enemigos a los que ha derrotado en las urnas.

Podría ser, el gesto, cambiar de obligatorio a voluntario el uso de mascarilla en exteriores, inútil desde el punto de vista sanitario como usted muy bien sabe. A lo mejor así nos creemos que en breve vamos a recuperar esa libertad, plena y sin condiciones, que nos ha prometido.

Y si no es así, espero que Dios, su Dios, se lo haga pagar.

jueves, 22 de abril de 2021

La verdad consensuada

Un día, no hace mucho, leí en El País, diario que ha pasado de autodenominarse “Diario independiente de la mañana” al muy revelador “El periódico global”, un artículo que versaba sobre no recuerdo que aspecto relacionado con la Segunda Guerra Mundial.

Todo muy ortodoxo, obediencia obliga. Pero para mi sorpresa, el artículo en cuestión terminaba con una frase de esas que alegran el día a cualquier Revisionista que se precie. "Se trata de hechos que forman parte del consenso sobre la Segunda Guerra Mundial” se decía sin recato y con la mayor naturalidad.

Lo aberrante, amén de esclarecedor, de esta frase es la palabra “consenso”, en tanto en cuanto despoja de objetividad al concepto de verdad. La verdad ya no es, o no es. La verdad será la que consensuen aquellos que ostentan el poder y que tienen, por tanto, la capacidad y los medios para difundirla de forma masiva.

Este “descuido” pone en evidencia, una vez más, uno de los mecanismos de los que se sirve el poder para ejercer un eficaz control mental sobre su población, y que no es otro que el establecimiento de una “verdad” oficial que, en aquello que les beneficie, distará enormemente de la, valga la redundancia, verdadera verdad. Es el orwelliano “Quién controla el presente, controla el pasado, y quién controla el pasado, controla el futuro”.

Este desvergonzado proceder consigue, no se puede negar, multitud de adeptos que fundamentalmente “creen”. Pero también, muy a su pesar, provoca la reacción de unos pocos, para los que el escepticismo es religión, que lejos de conformarse, se hacen infinidad de preguntas a las que intentan responder. Mediante la investigación, la observación, el análisis y la deducción, revisan y ponen en evidencia una y otra vez esas “verdades” oficiales que dogmáticamente nos son impuestas. Son el grano en el culo del Sistema.

Y el Sistema, como no podía ser de otra manera, intenta extirpar tan doloroso forúnculo. Y lo hace, contrariamente a lo que predica, de forma artera y en modo alguno democrática. Etiquetando como falso todo aquello que no sirva a sus intereses, no hace más que aplicar una burda censura y limita, sin más, la en otros tiempos sagrada e intocable libertad de expresión.

Y lo más llamativo del asunto es que este Estado demente y manipulador, que ofrece como única prueba de sus “verdades” el tan popular “lo han dicho en la tele”,  acusa a científicos e intelectuales contrarios a sus designios de no probar debidamente sus afirmaciones, cuando lo cierto es que tienen que hacer un esfuerzo sobrehumano por mostrar las evidencias que las amparan, silenciadas y ocultadas sistemáticamente por unos medios de comunicación que han tocado fondo en lo que a servilismo y abyección se refiere.

Y por si esto fuera poco, estos sinvergüenzas han popularizado la moda de la etiqueta y la adjetivación como arma definitiva para acabar con el debate y la disensión. Si argumentas en mi contra, te cuelgo la etiqueta y, sin más explicación, zanjado el asunto. Que para chulo yo, que ostentando el poder no tengo que demostrar nada. Faltaría más.

Negacionista, racista, xenófobo, facha, homófobo, irresponsable, insolidario y otros muchos, son términos acuñados para, sin debate alguno, dar por zanjada cualquier cuestión. Usan la adjetivación a modo de “tiro en la nuca”. Pero eso, y lo saben, no les da la razón.

Miedo es lo que tienen, y hacen muy bien en tenerlo. Porque quedan espíritus libres que están revisando su nefasto proceder y porque la verdad, la de verdad, llegará finalmente al pueblo que, engañado, traicionado y humillado, querrá cobrarse cumplida venganza por tanta iniquidad.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Más madera

Ya escribí en http://pellejudoscorner.blogspot.com/2020/06/como-perros-con-bozal.html?m=1 lo que realmente significaba la imposición del uso de la mascarilla por parte de unos gobernantes de cuya chulería también hablé en http://pellejudoscorner.blogspot.com/2020/04/chulos.html?m=1

Ahora,- después de un año de culpable indolencia , indolencia que continúa con la esperpéntica distribución y administración de la tan esperada vacuna, esa que iba a suponer, según nos vendían, el fin de la pandemia-, resulta que nos premian con más chulería, extendiendo los supuestos de uso obligatorio de la mascarilla hasta el absurdo y fijando su final en el "final de la pandemia", fecha indeterminada que no les compromete a nada. Como si ese final dependiera exclusivamente de nosotros y no de ellos.

Y para rematar su desfachatez, sus "expertos" virólogos, que también deben ser futurólogos, nos piden nuevamente que nos esforcemos, que nos sacrifiquemos para superar la cuarta y sucesivas olas que, sin duda, están por venir. Burla cruel que muestra el desprecio que sienten por el esfuerzo y el sacrificio que, no lo olvidemos,  la mayor parte de la población está entregando generosamente desde hace ya más de un año.

Ya sólo en nuestro ámbito privado parece que estamos libres del uso de la inefable mascarilla. Pero a pocos parece importar. Tal vez sea lo siguiente.  Que entren en nuestras casas, que criminalicen la privacidad, que nos roben la ya escasísima independencia que nos queda, que pisoteen nuestra maltrecha dignidad y que nos despojen de cualquier resto de humanidad.

Dediquemos cinco minutos a pensar, seria y profundamente, en el deterioro que han sufrido nuestras vidas, en todo lo que nos está siendo arrebatado a pesar de nuestro recto proceder y en el cruel castigo que estamos recibiendo al ser culpabilizados injustamente, a través de los medios, por unos servidores del Estado interesados en desviar la atención de una situación por ellos gestionada y de la que en absoluto somos responsables.

Y concluyamos, como no puede ser de otra manera, que consentir este proceder es resignarse a una vida de esclavitud. Es dar por buena la rendición. Es entregarles nuestra alma. Es cambiar vivir por malvivir. Es peor que morir.

Tal vez esta reflexión, que nos debemos a nosotros mismos, a nuestros antepasados que lucharon por darnos una vida mejor y a nuestros descendientes a los que debemos dejar en un mundo alejado de la indeseable alienación a la que parecemos abocados, prenda la mecha de la necesaria y cada vez más urgente reacción.

jueves, 25 de marzo de 2021

Basada en un hecho real

Cuando en la Comunidad de Madrid se estableció normativamente, con su publicación en el BOCM, el uso obligatorio de la mascarilla, se recogieron en esa misma norma excepciones a su uso.

Entre las excepciones contempladas y que continúan vigentes hay dos, que afectan a la práctica de deportes al aire libre y a la permanencia en espacios naturales, que me gustaría recordar. Dicen así:

"NO será obligatorio su uso durante la actividad deportiva al aire libre siempre que pueda garantizarse el mantenimiento de la distancia de seguridad con otras personas no convivientes.
TAMPOCO será necesaria en los espacios de la naturaleza o al aire libre fuera de núcleos de población, siempre y cuando la afluencia de las personas permita mantener la distancia interpersonal de seguridad de, al menos, 1,5 metros."

Pues bien, practicando senderismo (que es una actividad deportiva al aire libre) junto a mi mujer por un espacio natural (una vía verde con una anchura de unos 3 metros) una señora cabrona e hija de puta, perdón por la malsonante pero precisa y necesaria descripción, se ha permitido acercarse a nosotros y recriminarnos el no llevar la mascarilla puesta, ensombreciendo nuestro, hasta ese momento, agradable paseo. A pesar de nuestra respuesta, ponerla de vuelta perejil, el disgusto ya nos lo había dado. Y como quiera que, por civismo y para evitar males mayores, no puedes molerle los huesos a palos, como te pide el cuerpo, la rabia y la indignación que se te queda dentro es fácil de imaginar.

Es tremendamente injusto e indignante que la pandemia haya proporcionado a esta gentuza lerda y amargada la coartada perfecta  para ejercer de infantilizados sátrapas, caprichosos e irracionales. 

Coartada facilitada por los poderes públicos,  encantados de tener tan fieles y sumisos colaboradores. Porque es muy llamativo observar cómo en la web de la Comunidad de Madrid, la misma que estableció la obligatoriedad de la mascarilla al aire libre pese a su bien sabido carácter humillante derivado de su inutilidad, se insiste en el concepto de la obligatoriedad pero se silencia el hecho de que existen excepciones, lo que es una prueba de manipulación tendenciosa de la información. Parece, una vez más, que la captación de los votos de millones de lerdos prima sobre la defensa de los derechos de todos, lerdos o no, en base a la transparencia y la honradez informativa.

Algún día, tanto va el cántaro a la fuente..., estos predicadores colaboracionistas, más papistas que el Papa, pagarán cara su osadía. Mientras tanto, y para no tentar a la suerte, deberían de abstenerse de recriminar, en especial cuando, como en el caso descrito, el comportamiento de los interpelados se ajusta escrupulosamente a la norma.

Por mi parte sólo deseo que la justicia divina, si es que tal cosa existe, castigue con contundencia su insolente crueldad.

martes, 16 de febrero de 2021

La era postvacuna

Los medios oficialistas, que son prácticamente todos, continúan, incansables y obedientes, con su labor evangelizadora.

El evangelio según Sanidad sigue siendo difundido entre una población que fundamentalmente cree.

No hay que ser muy lince para detectar las estrategias de difusión utilizadas y el mensaje de moda en cada momento.

Ahora toca preparar a la población para la era postvacuna que, lejos de ser el oasis liberador que nos prometían, va a resultar ser la consolidación de la alienación como forma de vida.

Por poner un ejemplo, en 20minutos.es del 14 de enero de 2021 se dice:

"¿Que debo hacer tras vacunarme?
El Ministerio de Sanidad ha pedido a todos los que hayan sido inoculados que sigan cumpliendo la normativa sanitaria hasta que el 100% de la población haya recibido las dosis correspondientes de la vacuna.
Hasta entonces, se solicita el uso de mascarilla, el lavado de manos frecuente, mantener la distancia interpersonal, limitar el número de personas en reuniones, elegir actividades que puedan realizarse al aire libre o en espacios correctamente ventilados y quedarse en casa si se tienen síntomas o se ha estado en contacto con un positivo de coronavirus."


O sea, TODO IGUAL, o peor.

Tenemos que seguir con el bozal puesto, sin relacionarnos con familiares y amigos, sin, en definitiva, vivir, hasta que TODA la población haya sido vacunada y se compruebe que no es potencialmente contagiosa. Conclusión: Condicionan la recuperación de nuestras vidas a la consecución de un objetivo que, ellos lo saben muy bien, es imposible de alcanzar, lo que en definitiva supone la perpetuación de nuestra condición de esclavos.

Llegados a este punto creo que deberíamos empezar a preguntarnos si esta pandemia es una cuestión sanitaria o es algo más.  Pero más allá de cuál sea nuestra respuesta cabe preguntarnos si asumimos vivir como esclavos o debemos luchar por recuperar nuestras vidas y, de paso, salvar las de nuestros hijos a los que los medios, de forma desvergonzada y cruel, empiezan a llamar "la generación de las mascarillas".

jueves, 11 de febrero de 2021

Riesgo cero

 No ignoro la razón por la que una parte significativa de la población cree imprescindible la consecución del utópico “riesgo cero” como condición imprescindible e innegociable para recuperar lo que hasta hace poco eran sus “vidas”.

Y la razón no es otra que la propaganda oficial, la mentira mil veces repetida, de forma más o menos subliminal, que se convierte en verdad.

Terroríficos mantras pandémicos nos martillean el cerebro día tras día. Y uno de los más repetidos últimamente es el de la seguridad total, esa que nunca ha existido, ni existe ni existirá. Esa que sirve de excusa para imponernos una y otra vez medidas absurdas, arbitrarias e inútiles que solo sirven para someternos y humillarnos. "Son medidas duras pero necesarias para acabar con el virus", nos venden. Como si no supieran que con el virus nunca se va a acabar y con la pandemia, simplemente no se quiere acabar.

El “riesgo cero” es inalcanzable como objetivo y ampararse en su consecución solo persigue enquistar el miedo y perpetuar el absurdo y tiránico reinado de los yonquis del poder.

Una vida sin riesgo no es vida. Corro riesgo cuando subo a un coche, cuando escalo montañas, cuando monto en bici y, sí, también cuando estoy en casa. Pero es que ese riesgo es consustancial a la vida. Eso es estar vivo. Lo contrario es algo parecido a la vida de un vegetal.

Moriremos de parada cardíaca, de un accidente de tráfico, arrastrados por una riada, de cáncer o en la aparente seguridad del salón de casa víctimas de una explosión de gas. Son tantas las posibles formas de morir y tan incierto es el momento de la muerte, que haríamos bien en vivir. Como un humano, no como un vegetal.

¿Irresponsables? No. ¿Imbéciles? Tampoco.

Por cada 100 “irresponsables” que nos son mostrados en los infames noticiarios de las sospechosamente uniformes cadenas televisivas, hay millones de “responsables” a los que no se dedica ni un minuto en esos mismos medios de comunicación, de manipulación diría yo, de masas. El mensaje es “siempre negativo, nunca positivo”. Y el quimérico objetivo, el “riesgo cero”, haciendo las veces de zanahoria que azuza a los mulos, ignorantes de que nunca la van a alcanzar.

Ni si quiera la tan cacareada vacuna, vendida durante todo este tiempo de represión y confinamiento como la solución definitiva a esta pandemia, y que cuenta con la bendición de todas las instituciones habidas y por haber, cuenta con un futuro halagüeño y libre de contradicciones.

Una vacuna que no impide contagiar después de recibida, dicen ahora; que no exime al que la recibe de cumplir todas y cada una de las restricciones en vigor, bajo el ya cansino mantra del “no bajes la guardia”; que es ineficaz total o parcialmente ante las nuevas variantes del virus que han surgido y que sin duda surgirán; y que, en fin y por tanto, no va a permitir que recuperemos en breve la “normalidad” política, social y económica de la que disfrutábamos hace poco menos de una año, no hace más que corroborar que el discurso del Estado sigue siendo el mismo de siempre. El del catastrofismo, el miedo, la represión y los balones fuera.

Y las soluciones, las mismas. Ninguna. Porque después de imponernos restricciones de todos los colores, siguen instalados en el “Yo no he sido, que ha sido la población que es irresponsable e indisciplinada”, afirmación además de falsa, insostenible, después de casi un año de poder absoluto donde han hecho y deshecho lo que les ha venido en gana.

A los servidores del Estado, esbirros de un Sistema corrupto y represor, toca señalarles, no disculparles. La gestión del Estado no es que sea mala, es que es nefasta. Sea porque no quieren o porque, vasallaje obliga, no les dejan. Toca señalarles, con el mismo dedo acusador que ellos han desviado hacia su “irresponsable” pueblo, eficaz cortina de humo que tapa sus vergüenzas. Toca ver el bosque más allá del árbol. Toca exigir. Toca vivir.