¿Hay alternativa al enfrentamiento? Por supuesto, siempre la
hay. Hablaré de ella al final de este largo artículo. Pero, ¿interesa al Estado
fomentar el entendimiento? Rotundamente no. Rinde más la crispación. Por eso en
tema tan polarizado, con toda la intención, como es el de la vacuna anti-COVID,
sólo parecen posibles dos posturas. O estás a favor o estás en contra.
Si estás en contra te colgarán un rosario de etiquetas
insultantes y poco amables, entre las que Negacionista
parece ser la estrella. Si estás a favor también serás etiquetado, faltaría
más, y Tragacionista, por similar
sonoridad y mala leche equivalente, cumple perfectamente esa función.
Negacionistas vs. tragacionistas. Repugnantes sambenitos que,
en aras a facilitar la comprensión de mi escrito voy a conservar. Bandos
opuestos fanatizados por las consignas de un Estado que, lejos de conciliar,
agita y envenena, favorece la división, torpedea la convivencia e incita al
odio. La guerra está servida.
Conozcamos a los combatientes…
Los Negacionistas piensan que estas controvertidas
sustancias a las que llaman “vacunas” son sustancias no testadas
suficientemente, aprobadas por la vía de urgencia con el riesgo asociado de provocar
efectos adversos graves, muy graves e incluso la muerte a corto plazo, algo ya sobradamente
contrastado, y con consecuencias desconocidas a medio y largo plazo, tal y como
ha sido reconocido por las farmacéuticas comercializadoras al no haber
transcurrido el tiempo suficiente y necesario para despejar las dudas que
impiden que a día de hoy estas “vacunas” puedan considerarse seguras.
Los Tragacionistas piensan que
inocularse la vacuna es seguro. La que les toque, con las dosis que les digan
(de la misma marca o combinadas, según disponibilidad y dependiendo del país o
de la Comunidad Autónoma que la suministre), sin prescripción médica ni estudio
individualizado alguno. Y para ellos es seguro inocularse porque creen cierta,
sin ningún género de duda, la información que les llega procedente de las
autoridades, vía medios de comunicación, donde a la vez que se eluden
responsabilidades se transmite la idea de seguridad, minimizando de paso los
casos, a los que no dudan en calificar de anecdóticos, de personas que han
muerto o han sufrido efectos adversos graves o muy graves tras la inoculación.
Los Negacionistas, teniendo en cuenta la
nula seguridad que ofrecen las “vacunas”, deciden que en su caso -valorando su
edad, su estado de salud, sus antecedentes médicos, la incidencia de la
enfermedad y la posibilidad, siempre presente, de inmunizarse de forma natural-
es más peligroso inocularse que no hacerlo. Es decir, eligen libremente correr
el riesgo, que consideran mínimo para ellos y nulo para los demás, que conlleva
su decisión.
Los Tragacionistas, acuden felices, como
en jornada electoral, a pincharse la sustancia porque se consuelan haciendo
suyos eslóganes gubernamentales tales como “son más los beneficios que los
riesgos”, riesgos que a corto plazo son equiparables a jugar una partida de
ruleta rusa y a futuro, por desconocidos, son como poco preocupantes. También
creen, porque se lo dicen en la tele, que con su decisión son más responsables,
más solidarios y, en definitiva, mejores personas. Sería bonito si fuera
cierto. Pero lamentablemente no lo es. Si nos atenemos a lo que nos dice la
doctrina oficial, a la que se agarran estos ingenuos, veremos que los vacunados
pueden seguir contagiando y contagiándose, como los no vacunados, y no, no es
cierto que “contagien menos” tal y como se intentó asegurar, a falta de
argumentos, en un programa de una de las televisiones generalistas, lo que fue
inmediatamente desmontado por el experto invitado de turno (nada sospechoso de
negacionismo) que, escandalizado, afirmó tajante que no se contagia más o
menos, que se contagia o no se contagia. Por tanto de responsables y
solidarios, ná de ná, al menos no más que los no vacunados. Y al hilo de esto, me
viene al pelo citar la campaña actual de este miserable Gobierno/Estado para
incitar a los adolescentes a la vacunación, donde en uno de sus repugnantes spots
se dice “Es una manera de pensar en los demás y ser solidarios” Pues como hemos
visto ni una cosa ni la otra. Una manera de ser obediente sí que es. Pero eso
no implica ser mejor persona.
Los Negacionistas, analizan la
información y sacan conclusiones. Y concluyen, entre otras cosas, que la famosa
inmunidad de rebaño, que se le muestra al pueblo como la zanahoria al burro, es
imposible con la “vacuna”, ya que evidentemente
si con ella no se consigue la inmunidad individual, no puede haber inmunidad de
rebaño. Y se ríen, por no llorar, de ver cómo las autoridades se permiten,
negando la evidencia, engañar a su pueblo fijando sucesivamente el porcentaje
de vacunados a alcanzar para conseguir la inalcanzable, por medio de las “vacunas”,
inmunidad de rebaño (70, 80, 85, 90%… Con el 99% se descuelgan los sátrapas de
la Comunidad de Madrid… o todos en todo el mundo, como se atrevió a decir hace
unos días el sinvergüenza del Dr. Simón). Burda estrategia para que todos se
vacunen como si no hubiera un mañana. ¿Inmunidad de rebaño con una sustancia
que no inmuniza? Lo que no es posible no es posible y además es imposible.
Los Tragacionistas siguen a la zanahoria
con fanática credulidad. Se pinchan, se pinchan y se pinchan. Pinchan a sus
familiares, a sus hijos, a sus amigos, a su perro… En vacunódromos express, sin
cita previa, sin prescripción facultativa ni consentimiento informado, sin
tener en cuenta circunstancias personales ni historias clínicas, sin
encomendarse ni a Dios ni al Diablo. Con prisa y sin pausa…Vorágine
inoculadora…Sin bajarse del coche…Llegas, te pinchan y te vas…Aberración
sanitaria…Nuevas dosis en el horizonte…para la inmunidad del rebaño…por el bien
común…para volver a la normalidad…el que no se consuela es porque no quiere.
Los Negacionistas no se creen el “si te
da, te da suavecito” ni el “si te vacunas no te mueres” o, como dijo el
Ministro de Sanidad de Israel ahondando en el concepto de suavidad “si estás
inoculado tendrás una muerte más suave”. Y no se lo creen porque ya hay
noticias indudablemente ciertas que citan casos de ingresos hospitalarios y de
fallecimientos de personas con la pauta completa de vacunación (Del 8 al
11/09/2021 se han producido en Extremadura 17 fallecimientos por Covid, de los
que 16 se corresponden con personas vacunadas, según fuentes oficiales de la
Junta de Extremadura y sólo por poner un recientísimo ejemplo). Tampoco tienen intención alguna de colapsar
las UCI,s tal y como frecuentemente se sugiere, tras consultar la bola de
cristal supongo, desde los medios generalistas que pintan para ellos una muerte
cierta y agónica, lo que tranquiliza a los tragacionistas que hacen suyo ese
discurso.
Los Tragacionistas son felices pensando
que si enferman o mueren será suavecito. Y como enfermaran suavecito, pues no
colapsarán las UCI,s, lo que es un ejercicio de responsabilidad ¿? al evitar
costes a la Seguridad Social. Por ello algunos dicen y otros insinúan que los “insolidarios”
e “irresponsables” negacionistas deberían ser privados de atención médica cuando
necesiten, que seguro que lo necesitarán, ser atendidos en un hospital donde
sin duda colapsarán las carísimas UCI,s., colapso, dicho sea de paso, innecesario y evitable porque su destino
final, todo el mundo lo sabe, será la muerte. Eso sí, si la muerte por una improbable
y desgraciada casualidad les toca a ellos, a los tragacionistas, será dulce y
placentera. Asegurado al 100 % gracias a los numerosísimos estudios científicos
que se han realizado al respecto. Porque se han hecho, ¿O no?.
Los Negacionistas no están necesariamente
en contra de las vacunas en general, implantadas desde hace muchos años y que
se aprobaron con unos plazos de testeo que garantizan su eficacia y seguridad.
De hecho, la mayoría de estas personas están en contra de estas “vacunas” en
particular, las llamadas anti-covid, por las razones que ya se han citado.
Los Tragacionistas no entienden de
testeos y de plazos. Creen en los Organismos nacionales e internacionales y en
el discurso oficial transmitido machaconamente por los medios, en especial por
la televisión. Si estas vacunas dice el Gobierno, la OMS y perico de los
palotes que son necesarias y seguras, pues lo son. Y punto.
Los Negacionistas generalmente mantienen
una posición crítica hacia sus gobernantes. Lo que, más allá de ideologías, no
podía ser de otra manera. Fundamentalmente se trata de ciudadanos que sufren
una implacable persecución social alentada, de forma rastrera y tremendamente
injusta, por los organismos públicos y mediáticos para convertirlos en chivos
expiatorios, muy útiles para tapar la propia negligencia con la que han
manejado la pandemia muchos Estados. Y porque, asimismo, estas personas reciben
una asfixiante e intolerable presión, salpicada de amenazas constantes, por no
plegarse a la doctrina oficial, esa que trata de obligarles a vacunarse so pena
de exclusión social y vía restricción de sus derechos y libertades. O estás
conmigo o estás contra mí. El famoso pasaporte Covid y lo que permite o permitirá.
Una clarísima y brutal discriminación en toda regla. Una teórica libertad de
elección, la de la voluntariedad de la vacuna, cercenada con toda la
desvergüenza con la que el Estado se está malacostumbrando a actuar.
Los Tragacionistas mantienen una
fidelidad perruna hacia sus gobernantes. Acomodados a favor de la corriente.
Cobardes incapaces de cuestionar al Estado pero crueles en su ensañamiento con
el disidente. Envidiosos y revanchistas. Culpables por acción u omisión. No es
de extrañar que esperen su hueso, su recompensa. Muchos recibirán jubilosamente
el pasaporte Covid. Ese que les nombra ciudadanos de primera por ser
obedientes. Ese que discriminará a los únicos que luchan por la dignidad y la
libertad de todos. Ese que supone una vergüenza para quién lo implanta y para quién
lo apoya. Ese que les incapacita para dar clases de moral. Ese que les
convierte en miserables, aunque no lo sepan o no lo quieran reconocer.
Los Negacionistas manejan una
información sobre la magnificación de la pandemia, sobre las recurrentes medias
verdades, contradicciones, ocultaciones y mentiras sembradas de forma continua
por el Estado para implantar la cultura del miedo, sobre el fraude de las PCR y
el mito del asintomático, sobre las formas de transmisión de la enfermedad,
sobre la eficacia real de las mascarillas o sobre la incidencia de la
enfermedad, que les hace mirar a sus semejantes con respeto y confianza. Luchan
por la dignidad y la libertad de todos. No tienen miedo, lo que no les
convierte en insensatos. Demandan de compañeros, familiares y amigos el mismo
trato que ellos no han dejado de dispensarles. Odian las miradas desafiantes
que muchos les dedican desde el desprecio o el terror. Desean liberar a la
sociedad de la tiranía impuesta. Desean que la sociedad vuelva a ser lo que
era. Desean que, al menos en el terreno sanitario, confiemos los unos en los
otros como lo hemos hecho siempre. Tienen claro que el Estado, por méritos
propios, es el enemigo contra el que hay que luchar.
Los Tragacionistas manejan la
información, convenientemente manipulada, que el Estado les proporciona con la
culpable colaboración de los medios de comunicación de masas. Se tragan todo lo
que les dicen sin pararse ni un segundo a pensar si lo que les dicen tiene
cierta lógica o no. Asimilan como normal el estado permanente de terror al que
han sido hábilmente conducidos por la ingeniería social al uso. Asumen sin
demasiado esfuerzo que el semejante es potencialmente letal por lo que lo más
lógico es evitarlo y arrinconarlo, en especial si discrepa de la versión
oficial, que hacen suya. Sacrifican su libertad por una falsa seguridad.
Persiguen la utopía del riesgo cero y reniegan de compañeros, familiares y
amigos a los que miran con desconfianza y terror. A los que no respetan. A los
que, si piensan diferente, culpabilizan de la situación. Arteramente dirigidos
desde los medios, luchan contra sus aliados y colaboran, de forma consciente o
inconsciente, con su enemigo, un Estado que les lleva irremediablemente hacia
una sociedad de amos y esclavos. Sin derechos, sin libertades, sin salida.
Mueren en vida y pretenden que todos mueran con ellos. Entierran la alegría sin
rendirle ni un homenaje. Se regocijan en su mediocridad. Cabrean al más
pintado.
Pero no todo está perdido. Porque más allá de etiquetas y de
posicionamientos irreconciliables, cabe otra
opción. La de aquellos que habitualmente mantienen hacia sus semejantes una
actitud respetuosa para con su forma de pensar, para con su forma de vivir y,
en el caso que nos ocupa, para con la decisión tomada. Para ellos, vacunados y
no vacunados son personas que según les dicta su conciencia han elegido de manera
honesta y responsable si inocularse o no y a las que, por tanto, hay que
respetar por encima de cualquier otra consideración. Son personas a las que repugna
cualquier forma de discriminación. Personas que no recelan de sus semejantes. Personas
que integradas en la Naturaleza, conviven sin temor con ella. Personas que no
quieren verse asfixiadas por un Estado que arbitrariamente las limite e invada
su privacidad. Personas que no quieren ver cercenadas sus libertades en nombre
de una mas que cuestionable seguridad. Personas que piden, exigen respeto, respeto y respeto. De y para
todos. Personas a las que no vale la “nueva normalidad”.
Y tú, ¿de quién eres?.