El fin de semana pasado me fui al cine a ver ´71 dirigida
por Yann Demange, tentado por el argumento, como casi siempre, y dejándome
influenciar por la opinión de los críticos, como casi nunca, si bien esta vez, gilipollas
de mí, les hice caso.
El resultado fue reencontrarme con una forma de rodar que me
horroriza y me repugna, una forma de rodar que creía superada, al menos en el
tipo de cine que habitualmente consumo, pero que desgraciadamente ha vuelto con
esta nefasta película que resucita fantasmas del pasado. Si es un caso aislado
o no, el tiempo lo dirá.
Fue allá por el 2010 cuando escribí un artículo titulado
“Movimientos de cámara o cómo estar a la última” en el que trataba este tema.
Todas y cada una de las reflexiones que en él hacía, son aplicables a esta
película, por lo que poco más puedo añadir. Sólo me queda reproducirlo para que
quede constancia de mi opinión, que no ha cambiado un ápice desde entonces.
Decía así:
“Últimamente están proliferando películas tremendamente incomodas de ver por la obsesión compulsiva del Director de dotar a todas y cada una de las escenas de movimientos de cámara que son un sinsentido en sí mismas y que persiguiendo no se sabe muy bien el qué ¿originalidad, naturalidad, dinamismo?, lo que ciertamente consiguen es que salga del cine con dolor de cabeza tras estar durante toda la película más pendiente de la camarita que se mueve que de lo que cuenta la historia, con el resultado nefasto de que un buen guión es engullido por el traqueteo de los “cámara en mano”. Si además sumamos a estos movimientos, la utilización del primerísimo plano y las aberturas grandes de diafragma (zona enfocada mínima) ya tenemos el mareo asegurado.
Señores, esto es como todo, con moderación funciona y con exceso satura. La utilización de técnicas extremas de rodaje, y las citadas lo son, deben usarse con muchísima moderación para no caer en el absurdo, como se está cayendo con demasiada frecuencia en el cine actual.
Son muchas las películas extraordinariamente buenas que se han realizado hasta ahora y que no recurren a burdos trucos de prestidigitador para impresionar al espectador fácil.
“Últimamente están proliferando películas tremendamente incomodas de ver por la obsesión compulsiva del Director de dotar a todas y cada una de las escenas de movimientos de cámara que son un sinsentido en sí mismas y que persiguiendo no se sabe muy bien el qué ¿originalidad, naturalidad, dinamismo?, lo que ciertamente consiguen es que salga del cine con dolor de cabeza tras estar durante toda la película más pendiente de la camarita que se mueve que de lo que cuenta la historia, con el resultado nefasto de que un buen guión es engullido por el traqueteo de los “cámara en mano”. Si además sumamos a estos movimientos, la utilización del primerísimo plano y las aberturas grandes de diafragma (zona enfocada mínima) ya tenemos el mareo asegurado.
Señores, esto es como todo, con moderación funciona y con exceso satura. La utilización de técnicas extremas de rodaje, y las citadas lo son, deben usarse con muchísima moderación para no caer en el absurdo, como se está cayendo con demasiada frecuencia en el cine actual.
Son muchas las películas extraordinariamente buenas que se han realizado hasta ahora y que no recurren a burdos trucos de prestidigitador para impresionar al espectador fácil.
Estoy un poco harto de
salir del cine con los ojos bizcos y cansados de tratar de definir algún
detalle de las escenas que cual huracán pasan veloces ante mi mirada atónita.
Y también estoy harto, dicho sea de paso, de los críticos de cine que no parecen darse cuenta, o al menos en sus “crónicas” no lo citan, de este fenómeno visual, limitándose a glosar de forma muy poética la historia que estas películas nos cuentan, pero casi nunca cómo nos las cuentan. Diríase que son como androides avanzados a lo “Blade Runner” con una velocidad de asimilación de las imágenes en rápido movimiento muy superior a la humana, siendo lo que para mí es mareante, cámara lenta para ellos.
Tres ejemplos recientes, la muy aclamada Gomorra (que mareo), la muy comercial Quantum of Solace (una de James Bond que te hace desear que lleguen las escenas que no son de acción ¡Que aberración!) y en menor medida, My blueberry nights (equilibrando momentos vanguardistas con respiros al espectador, que lo agradece infinitamente).
Como es moda, pasará. Esperemos que sea pronto.”
Y también estoy harto, dicho sea de paso, de los críticos de cine que no parecen darse cuenta, o al menos en sus “crónicas” no lo citan, de este fenómeno visual, limitándose a glosar de forma muy poética la historia que estas películas nos cuentan, pero casi nunca cómo nos las cuentan. Diríase que son como androides avanzados a lo “Blade Runner” con una velocidad de asimilación de las imágenes en rápido movimiento muy superior a la humana, siendo lo que para mí es mareante, cámara lenta para ellos.
Tres ejemplos recientes, la muy aclamada Gomorra (que mareo), la muy comercial Quantum of Solace (una de James Bond que te hace desear que lleguen las escenas que no son de acción ¡Que aberración!) y en menor medida, My blueberry nights (equilibrando momentos vanguardistas con respiros al espectador, que lo agradece infinitamente).
Como es moda, pasará. Esperemos que sea pronto.”
P.D. Queda, con esta entrada, inaugurada una nueva sección dedicada al cine, otra de mis grandes pasiones. Titulada "Confesiones de un cinéfilo empedernido", agrupará bajo esta etiqueta mis opiniones en torno al séptimo arte.