La escritura como terapia


lunes, 29 de septiembre de 2014

Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - La primera noche

Si bien es cierto que la dureza del Camino conseguía que cada noche, a pesar de los numerosísimos ruidos de muy diversa índole que poblaban la atmósfera de los albergues, me durmiera en cuestión de segundos, no es menos cierto que la primera noche fue otro cantar.

La pasé en el albergue de Astorga donde compartí habitación con un matrimonio francés de avanzada edad y un individuo del que sólo conozco su ronquido.

La señora francesa era de esas personas que creen, inexplicablemente, que lo natural es que todo el mundo entienda su idioma. A pesar de no encontrarnos en Francia y de no ser el francés, que yo sepa,  el idioma oficial de la Maragatería, la señora en cuestión me preguntó no se qué, ante lo cual, encogiéndome de hombros, respondí en un perfecto castellano que no entendía absolutamente nada de lo que me decía, lo que provocó la aparición en su rostro de una mueca de disgusto, supongo que debida al esfuerzo que le iba a suponer comunicarse conmigo en el universal lenguaje de la mímica,  lenguaje que, por otra parte, funcionó, ya que logré entender que la cuestión giraba en torno a la trascendental decisión de pasar la noche con la ventana abierta o cerrada.

El otro individuo al que no pude ver bien -se acostó cuando las luces ya se habían apagado- fue el encargado de amenizar la noche con su atronador y devastador ronquido. Y digo bien, ronquido en singular, ya que era uno sólo, de una potencia tal que provocaba movimientos sísmicos en la litera, y con una cualidad que lo hacía verdaderamente demoledor, y que consistía en su repetición a lo largo de la noche a intervalos lo suficientemente largos como para permitirme caer, una y otra vez, en un esperanzador estado de sopor, cruelmente interrumpido por el subsiguiente episodio del fenómeno sonoro en cuestión.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Historia de un parado - De los pequeños placeres que ahora lo son menos

Cuando se tiene la vida resuelta o, al menos, bien encarrilada, se ve salpicada por pequeños momentos placenteros que contrarrestan el tedio que habitualmente rige la vida diaria.

El disfrute de esos momentos es de vital importancia, ya que da sentido a la vida.

Cuando se torna problemática, inestable y de futuro incierto, dichos momentos no son, en absoluto, disfrutados de la misma manera.

Antes, es que te lo habías ganado. Ahora, tal y como me apuntaba Soco, un buen amigo y también víctima del desempleo, da cargo de conciencia el mero hecho de pensar en ellos.

Es inevitable, al menos en mi caso, el que se vean salpicados por pensamientos que son, como los rayos, fugaces pero enormemente destructivos. Te recuerdan tu situación y relativizan el poder balsámico de tan deseados momentos.

Tomar una cerveza, un café, salir al cine, al teatro, a cenar, de excursión o hacer un viaje eran el justo premio al esfuerzo y al trabajo, desarrollados día tras día. Ahora, pese a que te repites una y otra vez que no eres responsable de tu situación, no puedes disfrutar de ello sin la presencia implacable de un malestar difícil de definir pero muy real. Así se las gasta nuestra conciencia.

Espero que esto sólo sea una etapa a superar, y que los pequeños placeres que me pueda permitir en la vida, aun siendo pocos, sean plenamente disfrutados. 

Difícil tarea la de conseguir el equilibrio emocional necesario. En modo alguno imposible. Es el momento de apoyarse en la gente que nos quiere para disfrutarlos. Es necesario y en modo alguno inmerecido. No deja de ser una batalla dentro de esta guerra que se antoja larga y cruenta, pero que de ninguna manera voy a dar por perdida.

martes, 23 de septiembre de 2014

Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - La excusa

Tan bien vendido está el Camino, que es muy difícil sustraerse a su poder de atracción.

Y es que, como una navaja multiusos, sirve para todo y para todos. Sirve para los senderistas, los solitarios, los gregarios, los introvertidos y los extrovertidos, los místicos, los creyentes y los ateos, los…; y sirve  para estar sólo, para conocer gente, para sufrir, para reír y para llorar, para competir, para juzgar y ser juzgado, para ser honrado y para ser tramposo, para ayudar y ser ayudado, para …

Si buscas sufrimiento, esfuerzo y superación, has acertado. Si lo haces por motivos religiosos, eres minoría. Si buscas en tu interior, los dolores no te dejarán tiempo para encontrar gran cosa. Si te gusta el senderismo y la montaña, mejor el Annapurna. Si quieres que el Camino te cambie, diez a uno a que el cambio es mínimo.

Una vez decidido, y salvo el caso infrecuente de que estés sólo en el mundo, tendrás que buscar una excusa. Y para excusa, nada como una promesa. Yo la utilicé, pero lo cierto es que no engañas a nadie, ni a ti mismo ni a los que tienen que darte su bendición, quienes finalmente lo hacen porque te quieren y saben la ilusión que te hace. El Camino, salvo las consabidas excepciones, se hace porque a uno le apetece, y punto.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido

Desde que en el mes de junio de 2009 recorrí, a pié, los 260 km. que separan Astorga de Santiago por el Camino francés, he querido dar forma literaria a las vivencias anotadas en mi cuaderno de viaje durante los 12 días que duró mi peregrinación.

La creación de este blog y su finalidad me proporcionan el lugar y el momento adecuados para ir relatándolas con el sosiego necesario y sin pretender encorsetarlas en estructura cronológica alguna.

Bajo la etiqueta “Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido” iré publicando sucesivas entregas que pretenden ofrecer una visión no edulcorada del Camino de Santiago, con sus luces y sus sombras,  basándome para ello en la observación de mi entorno y en la descripción de mis sentimientos durante los días en que, intencionadamente sólo, recorrí esos caminos de Dios.

Vaya todo ello dedicado a Carmen, mi mujer, por su comprensión, por su cariño y por sufrir el Camino conmigo.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

El porqué de Pellejudo's corner

Con 52 años y después de toda una vida trabajando, el mundo ordenado al que me había acostumbrado se ha desmoronado. La estabilidad se ha convertido en incertidumbre y asusta. Me han arrojado a los temibles brazos del desempleo. Nada volverá a ser igual.

Pellejudo´s corner es el diván del psicólogo, la válvula de escape a mis preocupaciones, anhelos y opiniones, el torniquete que impide que el veneno se extienda. Es el uso de la escritura como terapia.

El nombre, un guiño a una película de culto que marcó un antes y un después en el cine de ciencia-ficción, que me resultó tremendamente impactante cuando se estrenó y que, aún hoy en día y  después de decenas de visionados, me sigue emocionando. Muchos habréis adivinado que se trata de Blade Runner dirigida por Ridley Scott y estrenada en 1982.  “Pellejudos” era como llamaban despectivamente a los “replicantes”, humanos artificiales fabricados con ingeniería genética, los policías encargados de “retirarlos”, matarlos eufemísticamente hablando, una vez habían sido declarados ilegales en la Tierra.

Como los replicantes, todos tenemos fecha de caducidad. Como a ellos, parece que se empeñan en acortárnosla. Pellejudos, por tanto, somos un poco todos y no cuesta nada imaginar que los que transitan las esferas del poder usen de la forma despectiva para señalarnos. Malsonante, pero pegadiza. Un algo de provocación y un mucho de reivindicación. No siempre los destinatarios del desprecio son despreciables. A veces, los que desprecian son los que realmente lo son.

Sometido quedo, pues, a la terapia. Espero que me den de alta pronto. Y si no es así, que por haberlo intentado no quede.