La escritura como terapia


martes, 19 de septiembre de 2023

No, ya no

La avalancha de (des)información que nos llega, apenas deja pensar. Pretende noquearnos con su constancia y rotundidad, anularnos merced a su calculada uniformidad, someternos a base de amenazas, triturar nuestras mentes, aniquilar nuestro raciocinio, fomentar nuestros bajos instintos y pisotear nuestra autoestima.

Sólo la existencia de intereses más o menos ocultos, puede explicar lo que está pasando.

Todo esto no es casual. La enorme cantidad de contradicciones vomitadas diariamente por los Medios no deberían pasar desapercibidas, pero sí deberían hacernos reflexionar.

Se escuchan, día sí y día también,  gratuitas y malintencionadas afirmaciones, no sustentadas en prueba alguna, con el único objetivo de crear una narrativa que, a modo de pensamiento único, sea tomada por el pueblo como cierta, simplemente por venir de donde viene.

Allá por el 2015, Klaus Schwab, Director del Foro Económico Mundial, ya manifestó que “La narrativa superará sistemáticamente a los datos en su capacidad para influir en el pensamiento humano y motivar su acción”. Ya están volcados en ello.

Es desolador contemplar como día tras día avanzan en su hoja de ruta, la Agenda 2030, sin apenas resistencia, con el único objetivo, nos cuenten lo que nos cuenten, de crear un poderosísimo Estado Supranacional que implantará un nuevo modelo de Gobierno Global en amplias zonas del mundo, o en el mundo entero si les dejan, tras destruir o hacer irreconocibles los principios en los que se sustenta la sociedad actual.

Y no, no es una hipótesis. Ya no.

Porque los artífices de este perverso plan ya no se molestan en esconderse, en actuar desde la sombra. No lo necesitan. El experimento covidiano, un éxito que ni ellos mismos esperaban, ha demostrado la poca o nula capacidad de reacción de una gran parte del pueblo que, abatido y sometido, se ha mostrado incapaz de cuestionarse nada.

Desactivación del pueblo que han conseguido mediante la generosa financiación, a cambio de absoluta e inquebrantable fidelidad, de partidos políticos, líderes mundiales, medios de comunicación, productoras cinematográficas, grandes grupos audiovisuales, Universidades, Fundaciones, agencias verificadoras y un largo etcétera, hasta conseguir tejer una red de influencias y servidumbres que asegure la difusión de su “ideario” y la detección y destrucción de cualquier atisbo de disidencia.

Ideario que hábilmente presentado al mundo como la panacea universal, solución a todos los problemas habidos y por haber, esconde, cual lobo con piel de cordero, la no tan secreta intención de conseguir la rendición de los Estados soberanos, mediante la cesión progresiva de soberanía a Organismos Supranacionales por ellos controlados,- como la OMS que no para de insistir en ello-, lo que les permitirá asestarnos  el golpe definitivo que, en una rocambolesca jugada maestra, nos convertirá en semiesclavos, eso sí, casi todos contentos de serlo.

No creo necesario enumerar la cantidad de desatinos que estos oligarcas desalmados obligan a implementar a todos aquellos a los que tienen en nómina. Lo mismo les da crear pandemias, crisis económicas, guerras o emergencias climáticas. El objetivo es el mismo. Empobrecernos física y moralmente y someternos a base de crispación social, prohibiciones, represión y miedo. Hacernos pensar que el Estado nos cuida, cuando realmente nos apuntilla. Engañarnos con la falacia del bien común, cuando todas sus medidas sólo a ellos benefician.

Black Rock, Vanguard Group, la ONU, el Foro Económico Mundial, La OMS, la CEE, la Fundación Gates, el Club Bilderberg, el Foro de Davos, Soros, Schwab, Von Der Leyen, Sánchez, Macrón, los Rotschild, el BBVA, Atresmedia, Mediaset  y muchísimas otras familias, personas, empresas, corporaciones y organismos forman parte, a diferente nivel y con diferentes cometidos, de este entramado suficientemente visible y acreditado, gracias en parte a la chulería con la que actúan estos terroristas globales que, confiados en la ceguera del pueblo, realizan manifestaciones por las que, como poco, deberían ser sometidos a escarnio social.

Y sí, la ceguera de una gran parte del pueblo es incuestionable. Porque la masa es masa y el necio, aun creyéndose sabio, necio es. Y si al necio le cuentan que sus problemas no tienen otra causa que la existencia del sabio, no dudará en atacarlo, en destruirlo, ignorante de estar precipitando su propia destrucción. Porque el necio, que necio es, recibe la bendición del Estado que regala sus oídos con falsas alabanzas, con cantos de sirena que su cortedad le impide ver. Mediocres que, lejos de buscar superarse, gustan de ser adulados y creen a pies juntillas las interesadas intrigas del adulador, el Estado, que con insidiosa perseverancia consigue su fidelidad. Envenenada fidelidad que amenaza nuestra supervivencia. Son los orcos de Sauron. Muchos, crueles, pero muy tontos.

Que no se haga una lectura en clave global de lo que pasa en el mundo obedece a la mala costumbre de no someter a un análisis, por muy superficial que éste sea, de las informaciones que nos llegan. Aplicarles la vara del sentido común, preguntarse quién o quiénes obtienen ventaja de la información dada o hacerlas pasar por el tamiz de nuestra propia experiencia desenmascarará a no pocos “informadores” y despejará sensiblemente el camino hacia la verdad.

En esta Agenda 2030, el Evangelio para algunos, hay muchas, muchísimas cosas que no cuadran. Muchos ya lo saben. Pocos lo dicen. Va siendo hora de unirse, de resistirse, de no callar. El anillo debe ser destruido. Sauron no puede triunfar.

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