Nunca pensé que, a estas alturas de la película, tendría que volver a ocuparme de la ya agonizante pandemia covidiana.
Y es que los recientes movimientos de nuestros serviles e ineptos gobernantes para liberarnos de una vez por todas del uso de las mascarillas en farmacias y centros sanitarios, absurda medida hace tiempo desterrada del resto de los países de nuestro entorno, más que broma de mal gusto parece cacicada de inusitada crueldad.
Primero nos ponen el caramelo en la boca anunciando, en Nota de Prensa del Ministerio de Sanidad de fecha 23 de junio, que los “expertos” avalan el fin de la crisis sanitaria y la retirada de las mascarillas y que sometida esta propuesta a la consideración del Consejo Interterritorial de Salud ha sido secundada por todos los presentes, por lo que se dará traslado al Consejo de Ministros para su aprobación. Noticia, por cierto, proclamada triunfalmente por todas las televisiones del Reino para alegría de todos.
Pues bien, sólo tres días después del anuncio, donde dije digo, digo Diego. El Ministro Miñones, otro soplagaitas, anuncia que en el Consejo de Ministros del día 27 de junio no se va a tratar el asunto de las mascarillas, dado que el objetivo era tener el respaldo del Consejo Interterritorial de Salud y que una vez conseguido éste pues que el Gobierno no da fechas, que ya, si eso, nos dirá. Nos quitan el caramelo pues, se ríen de nosotros, nos desprecian y nos humillan una vez más y, por cierto, de este vergonzoso giro no se hacen eco las televisiones del Reino, para desconcierto y posterior decepción (en mi caso indignación) de todos.
Cambio de orientación, requiebro inesperado, en el que tal vez tengan algo que ver, aunque yo no lo creo, los fabricantes de mascarillas, mamarrachos amorales y codiciosos que en una esperpéntica nota de prensa emitida tras el anuncio del fin de las mascarillas sueltan perlas tales como que manifiestan “su rotundo rechazo a una medida que creemos tremendamente irresponsable e imprudente” o que “consideramos que en la decisión han primado motivos electoralistas y no de seguridad para la ciudadanía, dado que además no había ninguna petición ni demanda por parte de la población, que entiende y agradece en esos entornos de mayor riesgo la importancia del uso de la mascarilla”. No cabe mayor cinismo. Piratas sin escrúpulos que se han aprovechado del miedo de la población y de la obligación de usar su producto, para lucrarse con su venta, pese a que su uso generalizado, degradante, inútil e insalubre, ha causado un irreparable daño físico y psicológico en nuestra sociedad.
Personalmente no creo que estos carroñeros tengan tanta influencia en las esferas del poder como para cambiar una decisión de tanta trascendencia para una población ya demasiado cansada y maltratada. Mas bien parece otro episodio de soberbia, de sadismo diría yo, con el que nos obsequia esta gentuza que dice gobernarnos mientras sirven a intereses muy alejados de los nuestros. Su ensañamiento es ya una provocación de tal calibre que debería llamar directamente a la desobediencia, a la sublevación.
Debemos parar esto, decir basta. Tras más de tres años sufriendo una de las farsas más tristes, humillantes, grotescas, indecentes y crueles de la historia de la humanidad y cuando hasta los genocidas de la OMS han dado por finalizada esta pantomima, no puede ser que estos perros crueles y sanguinarios, siervos del mal, que nos gobiernan nos sigan menospreciando, insultando y maniatando ni un minuto más.
Y cuando esto acabe, con otras vendrán. Sírvanos lo
acontecido como enseñanza para combatir lo que está por venir. Sean virus,
mosquitos, enfermedades, plagas, guerras o cambios climáticos. El objetivo será
el mismo. Empobrecernos y someternos. Fortalecer su privilegiado mundo a costa
del nuestro. Y para eso nos quieren derrotados y obedientes. Disfrazan al lobo
con la piel de cordero del “bien común”. Plantean objetivos debidamente agendados
y embellecidos para deslumbrar al biempensante, cuando sólo a ellos benefician.
Si cuando vengan con el próximo cuento decimos NO, otro gallo cantará. Hace
tiempo que los medios, la tele en especial, no son independientes y, por tanto,
no siempre dicen la verdad. Es prudente dudar. Que no nos la cuelen ni una vez
más. La vida, tal y como la conocemos, nos va en ello.
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