La escritura como terapia


domingo, 19 de junio de 2016

Necios e hipócritas

El autodenominado “Estado de Derecho”, bajo cuyo paraguas tengo la desgracia de vivir, ha demostrado, una vez más, su necedad y su hipocresía.

Necios, por ignorar con prepotencia las señales inequívocas que algunos ciudadanos contrarios a tan abyecto régimen, entre los que me encuentro, ponemos de manifiesto en todas y cada una de las ocasiones en que somos invitados a participar en lo que supone el acto supremo que legitima su perpetuación, las elecciones. Ya me contaréis qué sentido tiene el ser conminado a formar parte de una mesa electoral cuando es indudable que tienen acceso a una información que, si se tomaran la molestia de consultar, les permitiría conocer el número de veces que he participado en las tristemente famosas jornadas electorales y que, como ya habréis adivinado, es igual a cero. De este hecho deducirían, si la necedad no les impidiera ver, que si no he acudido nunca sólo puede ser por desidia o por oposición. En ambos casos la convocatoria está de sobra, sobre todo teniendo en cuenta las legiones de seguidores con las que parece contar este maravilloso régimen y que, a buen seguro, se prestarían a participar voluntariamente con la alegría y el entusiasmo que toda acción altruista conlleva.

Hipócritas, porque de nada sirve la difusión de eslóganes y palabrería barata si no se predica con el ejemplo. Porque contrariamente a los principios que dicen defender, la libertad de credo y de pensamiento, obligan bajo pena de cárcel a participar en un acto propio del régimen, para nada desprovisto de significado y para nada neutral. Obligan a opositores al régimen, sin reconocerles su libertad de credo y su derecho a la objeción de conciencia, a participar en su particular orgía de papeletas y urnas. Y sí, he dicho opositores al régimen, porque aunque resulte difícil de creer y a pesar del bombardeo mediático del “es el menos malo de los sistemas”, hay personas que no dan esa frase por buena y que tienen el valor de disentir de estos demócratas de pacotilla para los que todo lo que se salga del reconocimiento a sus postulados políticos y económicos, si es que realmente tienen alguno, no merece ni su respeto ni su comprensión. Pues señores, sepan que a mí  este régimen corrupto y tremendamente dañino no me gusta en absoluto y que, por tanto, tengo la obligación ética y moral de no colaborar en absoluto a su perpetuación. Y que obligarme, bajo pena de cárcel, a facilitar el desarrollo de una jornada electoral es un atentado contra mi libertad de pensamiento, contra mis convicciones y contra mis creencias, o lo que es lo mismo un ataque directo a mi dignidad. Es como si a un animalista le obligaran a colaborar en la preparación de una plaza de toros para un festejo, o como si a un católico le obligaran a peregrinar a La Meca, o como si a un antibelicista le mandaran a la guerra. Es actuar como tiranos, haciendo gala de esa tiranía que, según cuentan, es deseable evitar. 
 
Necios e hipócritas. Árboles más altos han caído. Lástima que yo, probablemente, no lo veré.  

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