La escritura como terapia


jueves, 14 de mayo de 2020

Bananas

En una memorable escena de la película satírica “Bananas” escrita, dirigida y protagonizada por Woody Allen, el recién autoproclamado presidente de San Marcos, pequeño -y por supuesto ficticio- país de Sudamérica donde se desarrolla la acción, se dirige por primera vez a su pueblo en los siguientes términos:

“Escuchadme. Soy vuestro nuevo Presidente. A partir de hoy el idioma oficial de San Marcos será el sueco. ¡Silencio!. Además de eso, todos los ciudadanos de San Marcos deberán cambiarse la ropa interior cada hora y media. La ropa interior deberá llevarse por fuera, para que podamos comprobarlo. Además, todos los niños menores de 16 años, tendrán ahora 16 años”.

Últimamente me acuerdo muchas veces de esta escena. Digo yo que será porque parodiando la irracionalidad del poder mediante un sarcástico, genial y surrealista discurso, Allen pone el acento en lo alejadas que suelen estar del pueblo las arbitrarias medidas que el Estado dispone en muchas más ocasiones de las que creemos posibles.

Porque el Estado, dando la espalda a su pueblo aunque bien que sabe disimularlo, aplica leyes, medidas, normativas, disposiciones, etc., etc. que pocas veces dejan contento a alguien que no sea él mismo. Y la explicación nos la brinda el hecho de que su servidumbre le impide aplicar el sentido común.

De esta y no de otra manera se explican algunas de las medidas que se están tomando durante la gestión del confinamiento y la “desescalada” sobrevenidos por la propagación pandémica del ya tristemente famoso Covid-19.

De la aplicación de las medidas dispuestas hasta la fecha se deriva una situación que me gustaría analizar, porque hace que me hierva la sangre de indignación, por lo gratuita, castrante y discriminatoria que resulta.

Esta no es otra que la aplicación de las restricciones en la movilidad de las personas, tanto a nivel geográfico como temporal.

Y me centro en la llamada fase I, que supone cambios en las restricciones a dicha movilidad, cambios que resultan tan alejados del sentido común que suponen, de hecho, una afrenta para un elevadísimo número de ciudadanos que, por otra parte, han mostrado un comportamiento ejemplar en las semanas, muchas ya, que llevamos confinados.

En esta nueva fase, de la que personalmente todavía no disfruto, se permite la movilidad a las personas dentro de los límites de la provincia en la que residen y sin limitación temporal alguna para realizar algunas actividades, de entre las que el “ir de bares” es la más comentada por su evidente popularidad.

Si puedo, pues, ir de bares, con grupos de hasta 10 personas además, a cualquier lugar dentro de mi provincia y a cualquier hora, me gustaría saber cuál es el argumento “bananero” de nuestras autoridades para mantener la prohibición de desplazarse a cualquier lugar de la provincia y a cualquier hora para pasear o hacer deporte (senderismo por la montaña o salir con la bicicleta de montaña, por ejemplo y porque es lo que más de cerca me toca), teniendo además en cuenta que estas actividades se hacen en muchas ocasiones en solitario o en grupos reducidos.

No puedo entenderlo, sinceramente. No entiendo porque soy más peligroso andando por la montaña que sentado en la terraza de un bar.

Abran los bares, de acuerdo, pero abran también otras posibilidades.

Ya no es cuestión de afinidades políticas.

Esto nos perjudica a todos y discrimina a muchos. Sin sentido, sin razón, sin lógica alguna.

Es una cuestión de sentido común.

Deberíamos reivindicarlo.

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