“Escuchadme. Soy vuestro nuevo Presidente. A partir de hoy
el idioma oficial de San Marcos será el sueco. ¡Silencio!. Además de eso, todos
los ciudadanos de San Marcos deberán cambiarse la ropa interior cada hora y
media. La ropa interior deberá llevarse por fuera, para que podamos
comprobarlo. Además, todos los niños menores de 16 años, tendrán ahora 16
años”.
Últimamente me acuerdo muchas veces de esta escena. Digo yo
que será porque parodiando la irracionalidad del poder mediante un sarcástico,
genial y surrealista discurso, Allen pone el acento en lo alejadas que suelen
estar del pueblo las arbitrarias medidas que el Estado dispone en muchas más
ocasiones de las que creemos posibles.
Porque el Estado, dando la espalda a su pueblo aunque bien que
sabe disimularlo, aplica leyes, medidas, normativas, disposiciones, etc., etc.
que pocas veces dejan contento a alguien que no sea él mismo. Y la explicación
nos la brinda el hecho de que su servidumbre le impide aplicar el sentido
común.
De esta y no de otra manera se explican algunas de las
medidas que se están tomando durante la gestión del confinamiento y la
“desescalada” sobrevenidos por la propagación pandémica del ya tristemente
famoso Covid-19.
De la aplicación de las medidas dispuestas hasta la fecha se
deriva una situación que me gustaría analizar, porque hace que me hierva la
sangre de indignación, por lo gratuita, castrante y discriminatoria que
resulta.
Esta no es otra que la aplicación de las restricciones en la
movilidad de las personas, tanto a nivel geográfico como temporal.
Y me centro en la llamada fase I, que supone cambios en las
restricciones a dicha movilidad, cambios que resultan tan alejados del sentido
común que suponen, de hecho, una afrenta para un elevadísimo número de
ciudadanos que, por otra parte, han mostrado un comportamiento ejemplar en las
semanas, muchas ya, que llevamos confinados.
En esta nueva fase, de la que personalmente todavía no
disfruto, se permite la movilidad a las personas dentro de los límites de la
provincia en la que residen y sin limitación temporal alguna para realizar algunas
actividades, de entre las que el “ir de bares” es la más comentada por su
evidente popularidad.
Si puedo, pues, ir de bares, con grupos de hasta 10 personas
además, a cualquier lugar dentro de mi provincia y a cualquier hora, me
gustaría saber cuál es el argumento “bananero” de nuestras autoridades para
mantener la prohibición de desplazarse a cualquier lugar de la provincia y a
cualquier hora para pasear o hacer deporte (senderismo por la montaña o salir
con la bicicleta de montaña, por ejemplo y porque es lo que más de cerca me toca),
teniendo además en cuenta que estas actividades se hacen en muchas ocasiones en
solitario o en grupos reducidos.
No puedo entenderlo, sinceramente. No entiendo porque soy
más peligroso andando por la montaña que sentado en la terraza de un bar.
Ya no es cuestión de afinidades políticas.
Esto nos perjudica a todos y discrimina a muchos. Sin
sentido, sin razón, sin lógica alguna.
Es una cuestión de sentido común.
Deberíamos reivindicarlo.
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