Esto lo hemos podido leer. La actitud, chulesca, con la que
se nos dijo, la pudimos ver, que para eso está la caja tonta.
Si según la RAE, “chulo” es el que habla y obra con chulería
y “chulería” es sinónimo de jactancia y de arrogancia, tal y como yo lo vi, la
comunicación de la prórroga del estado de alarma y el adelanto de que no será
la última es un acto de chulería. Jactancioso y arrogante.
Porque no es de recibo que según nos endilgan 15 días más de
confinamiento, ya nos avisen de que vienen, sí o sí, otros 15. Sin condiciones,
sin cesiones, sin aligerar ni un ápice las duras condiciones de tan cruel
confinamiento, y haciendo gala de una chulería desmotivadora y fuera de lugar.
Chulos y prepotentes han sido todos los antecesores del Sr.
Sánchez, llámense Rajoy, Zapatero, Aznar o González, sólo por citar algunos
ejemplos, pero hasta ahora ninguno nos había encerrado en casa, por lo que
cabía esperar algo más de empatía con el sufrimiento y la intolerable sensación
de pérdida de libertad, y de dignidad, que ello supone.
Porque, tal vez sean imaginaciones mías pero más allá de
tres o cuatro eslóganes ya demasiado manidos no apuntan solución esperanzadora
alguna y más parece una carrera para salir airosos de la crisis que para
solucionarla.
La mayoría aplastante que ha apoyado este acto de chulería
no deja lugar a dudas sobre cuáles son las consignas políticas de nuestros
amados congresistas, lleven el collar que lleven, pero lo cierto es que
esperamos de ellos, como poco, que aprieten un poco a los responsables de
sacarnos de este desaguisado y que, al menos, las sucesivas y parece que
interminables prórrogas del estado de alarma no sean incondicionales.
Algunos queremos, necesitamos y exigimos que se relaje el
confinamiento al menos un poquito. Que estos políticos chulescos nos demuestren
confianza y respeto, lo mismo que nos piden ellos cuando concurren a las
jodidas elecciones. Necesitamos, desde la responsabilidad, salir a pasear, a
hacer deporte, a respirar … como terapia para no enloquecer, y lo necesitamos
ya.
No más arrogancia en las prórrogas. No más actitudes
despóticas en las comparecencias.
La repetición “ad nauseam”, en los medios de comunicación de
masas, de “incuestionables” formas de proceder ni demuestra su validez, ni las
hace especialmente deseables, máxime cuando se aplican con no poca
arbitrariedad.
Aunque no lo creáis, señores representantes del Estado, no todos comemos en vuestras manos. Muy
confiados, sin embargo, estáis. De ahí el aire chulesco de vuestras
comunicaciones.
No os creáis a salvo en vuestra atalaya. La culpable
ineptitud y negligencia, salpicada de corrupción, de los sucesivos gobiernos
“democráticos” que hemos sufrido en este país no os es ajena. Nadie ni nada es
incuestionable e imprescindible. Cuidad, pues, de demostrarnos vuestra utilidad,
si es que todavía os queda algo que demostrar.
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