Como perros con bozal nos quieren
tener, hasta nueva orden y bajo sanción, estos campeones de la arbitrariedad y
la intimidación.
El cambio de criterio con
respecto al uso de la mascarilla ha puesto en evidencia, una vez más, al
Estado y a sus mediocres y rencorosos defensores.
Agotado estoy de esperar
coherencia en las caóticas y vergonzosas decisiones gubernamentales, cuya único
propósito parece ser la eliminación de cualquier resto de dignidad que pudiera
quedarnos.
Volcados en una labor implacable
de adoctrinamiento, más cruel y dañina que el castigo físico, no escatiman
esfuerzos para someternos, para humillarnos, y la mascarilla es ideal para ser usada
como símbolo visible de su aberrante dominio.
Bueno sería para este arrogante Estado
vasallo que se acordara de la historia de Espartaco, esclavo y gladiador que se
rebelo contra el poderosísimo Imperio Romano y que si bien, tras varios años de
guerra, fue finalmente derrotado, desató una crisis que dejó sensiblemente
tocada a la hasta entonces invencible Roma.
Como perros nos tratan y nos han tratado.
Primero con la correa atada en corto. Ahora sueltan un poco la correa pero nos
ponen el bozal.
Los perros, por perros, no pueden
evitar el bozal, pero nosotros no somos perros.
Y como Espartaco, tal vez algún
día colmen nuestra paciencia y no sea “vale” sino “basta” lo que brote de
nuestras gargantas. Y tal vez su ultrajante e inmisericorde comportamiento sea convenientemente castigado.
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