lunes, 8 de junio de 2020

Como perros con bozal

La mascarilla, como símbolo de dominación, constituye una vejación en toda regla. 
Como perros con bozal nos quieren tener, hasta nueva orden y bajo sanción, estos campeones de la arbitrariedad y la intimidación.

El cambio de criterio con respecto al uso de la mascarilla ha puesto en evidencia, una vez más,  al Estado y a sus mediocres y rencorosos defensores.

Agotado estoy de esperar coherencia en las caóticas y vergonzosas decisiones gubernamentales, cuya único propósito parece ser la eliminación de cualquier resto de dignidad que pudiera quedarnos.

Volcados en una labor implacable de adoctrinamiento, más cruel y dañina que el castigo físico, no escatiman esfuerzos para someternos, para humillarnos, y la mascarilla es ideal para ser usada como símbolo visible de su aberrante dominio.

Bueno sería para este arrogante Estado vasallo que se acordara de la historia de Espartaco, esclavo y gladiador que se rebelo contra el poderosísimo Imperio Romano y que si bien, tras varios años de guerra, fue finalmente derrotado, desató una crisis que dejó sensiblemente tocada a la hasta entonces invencible Roma.

Como perros nos tratan y nos han tratado. Primero con la correa atada en corto. Ahora sueltan un poco la correa pero nos ponen el bozal.

Los perros, por perros, no pueden evitar el bozal, pero nosotros no somos perros.

Y como Espartaco, tal vez algún día colmen nuestra paciencia y no sea “vale” sino “basta” lo que brote de nuestras gargantas. Y tal vez su ultrajante e inmisericorde comportamiento sea convenientemente castigado.

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