Mientras que la resistencia ha sido mínima y condicionada
por el miedo, la defensa de las posiciones oficiales ha sido sorprendentemente
furibunda y enconada. Han tenido a su disposición un ejército tremendamente
fiel y bastante numeroso que a través de las redes sociales ha sabido dar soporte
a un fanatismo que, como todos, carece de lógica y asume como verdad absoluta
todo aquello que provenga de fuentes por ellos idolatradas.
Peligrosísimo precedente ha sentado la gestión de esta
pandemia, donde se ha puesto de manifiesto de forma inequívoca la debilidad de
un pueblo dispuesto a rendirse al gregarismo y a la docilidad, creyendo
ingenuamente que no existe alternativa a esa forma de pensar y de actuar que,
creyendo propia, les ha sido impuesta.
Y tremendamente preocupante es la incapacidad de crear y
organizar un frente que aglutine a todos los que estamos fuera, a todos los que
cuestionamos toda esta pantomima, a todos los que no queremos vernos abocados a
malvivir inmersos en una sociedad de esclavitud y sumisión.
Parece que nos dan dos meses de gracia, dos meses donde el
turismo les proveerá de fondos para seguir con su plan, dos meses donde crearán
una falsa esperanza de seguridad, eso sí vejándonos con mascarillas y otras
mierdas por el estilo y amenazándonos
continuamente con rebrotes y pasos atrás. Dos meses tras los cuales volverán a
la carga.
No sé cómo, pero es el momento de organizarse. Porque no
podemos permitir que esto vuelva a suceder. Tenemos, si lo intentan, que
pararlos en seco. Tenemos que hacer uso de nuestro derecho a disentir. Tenemos que
defender nuestra libertad. Tenemos que actuar. Uno de los ídolos de estas masas
progres, sostén del Estado y de su inmisericorde adoctrinamiento, dijo aquello
de “Mejor morir de pie que vivir arrodillado”. Por una vez suscribo su frase, porque
ahora son sus admiradores los que nos quieren poner a todos de rodillas y de cara a
la pared.
Me cuesta encontrar adjetivos suficientemente contundentes para
definir la repugnancia que me provoca este Gobierno, vocero de un Estado que
rinde vasallaje a un grupo de oligarcas que ya saborean el triunfo final. Y me
sobran para calificar a los voceros del vocero, patéticos e insignificantes
individuos más tontos que Abundio, pero amargados, resentidos, envidiosos y
dañinos hasta decir basta.
Ahora la lucha está en las Redes, cómoda lucha donde los cobardes se mueven como pez en el agua. Habría que verlos si la lucha fuera real. Habría que ver si sus
convicciones y su adhesión al régimen son tan sólidas como ellos creen. Habría
que ver si realmente tienen una visión de futuro y qué estarían dispuestos a
sacrificar para defenderla.
Los animales, heridos de muerte, lanzan su último ataque,
muchas veces letal. Heridos estamos. Muertos, todavía no.