Y no me sorprende porque tanto los partidos hoy en el Gobierno
como los que se sitúan en la “oposición” se encuentran cómodamente instalados
dentro del Sistema.
Desde que las autodenominadas “democracias parlamentarias” se hicieron con el poder en una gran parte del mundo occidental ,-
y no precisamente por haber sido elegidas sino como consecuencia de actos de
fuerza o aprovechando situaciones coyunturales favorables-, han impuesto el
costoso juego de los partidos, de forma que una minoría adinerada maneja los
resortes de la maquinaria del Estado, controlando los medios de comunicación de
masas en régimen de virtual monopolio, lo que resulta decisivo a la hora de
determinar que partido o partidos van a ser los detentores del poder durante el
tiempo que en cada momento resulte conveniente.
Y su legitimación viene a estar fundamentada en la
“soberanía popular”, espejismo sustentado en una falsa premisa, toda vez que el
pueblo no ha elegido el Sistema -sepa el querido lector que existen otros como el monárquico, el absolutista, el teocrático, el comunista o el fascista, sólo por citar algunos ejemplos- bajo el que quiere ser gobernado y, por tanto, no es soberano.
Lo que sí dejan elegir al pueblo es a los que habrán de ser
sus representantes durante un tiempo determinado, la legislatura, siempre y
cuando los candidatos acepten como bueno el Sistema imperante y todo ello bajo
la ya descrita manipulación mediática que decide de hecho, y de antemano, el
resultado de la votación.
Y como quién paga manda, los políticos elegidos deberán
devolver el favor a esa minoría que les ha encumbrado, para cuyos intereses
gobernarán.
Y la oposición, haciendo su papel de perro ladrador y poco
mordedor. Porque no olvidemos que más temprano que tarde pasarán ellos a
ostentar el poder, el teórico, sirviendo a los mismos intereses y merced a otro
truco de magia llamado “alternancia del poder”, pensado para crear al pueblo la sensación de que decide su destino y de que su voto tiene verdadera trascendencia.
Papel mojado es lo que es. Los políticos inmersos en el juego de este corrupto
Sistema nunca podrán oponer resistencia real a quién dictamina desde la sombra.
Su capacidad de maniobra se verá reducida a pequeños gestos ideológicos de
escasa eficacia. Y por eso estaba seguro de que la prórroga, más allá de
ladridos de cara a la galería, nos la endilgaban, sí o sí.
Oposición real sería la de algún político o partido que de
forma milagrosa llegara a ser, con el respaldo popular, lo suficientemente
fuerte para cuestionar al Sistema y proponer uno alternativo. Si esto pasara se
vería inmediatamente acusado de no respetar ni las “leyes” ni “las reglas del
juego democrático”, esas reglas que ellos crearon a su medida para salvaguardar
un Sistema no elegido, recordemos, por el pueblo. De esta forma, tras virulenta
campaña, el opositor sería desprestigiado y eliminado o, en su caso,
convenientemente fagocitado.
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