martes, 5 de mayo de 2020

De expertos e incondicionales

El Comité de Expertos ha llegado a la conclusión, y así se lo ha comunicado al Gobierno para que proceda a su imposición, que lo mejor para evitar un retroceso en la evolución de la pandemia es dejar salir a solazarse a los sufridos ciudadanos, eso sí, en determinadas franjas horarias (yo sospecho que su recomendación habrá sido mantener el confinamiento “per saecula saeculorum”, si bien el temor a que un incipiente sentimiento de rebelión anide en las masas ha frenado la arrogancia del Estado, forzándole, muy a su pesar, a hacer concesiones).

Lo de los expertos, visto lo visto, discutible sí que es. Concentrar al grueso de la población en las calles durante unas franjas horarias determinadas no deja de ser concentrar al grueso de la población, que Perogrullo me perdone. Concentración y distancia social no parecen compatibles.

Tal vez liberalizar las salidas, lo que en la práctica supone espaciarlas, suavizaría el problema.

Recular no parece que vayan a recular. Eso sí, ya tienen a sus esbirros de los medios de comunicación en plena campaña virulenta contra los cientos de irresponsables que se saltan el confinamiento, cargando incluso contra las personas que se concentran a las mismas horas y en los mismos lugares a hacer deporte o a pasear, dificultando la observancia de la necesaria “distancia social”.

¿Pero en serio pensaban que la gente no iba a salir a la misma hora, la más favorable de entre las impuestas, y a los mismos lugares, los más apetecibles para paseos y actividades deportivas?

Expertos en sentido común no parecen ser. El apoyo de muchos, aun así, lo siguen teniendo.

Ejemplo, el de una tertuliana de un vomitivo programa de televisión que poco más o menos ha venido a decir que los españoles no somos tan disciplinados como los nórdicos y que, consecuentemente, la solución es encerrarnos y tirar la llave.

Hagamos una reflexión. La existencia de pirómanos que verano tras verano queman nuestros montes ¿justificaría prohibir transitar por ellos? ¿O lo justo sería perseguir a esos indeseables, detenerlos e imponerles penas proporcionales a los daños, materiales y personales, que con sus actos provocan?

Aplíquese la respuesta a la gestión de la pandemia.

Es llamativo como las gentes llamadas de “izquierdas”, según la desfasada y simplista nomenclatura política al uso, han pasado de creer ser defensores a ultranza de las libertades individuales a ser ciegos seguidores de un Gobierno que ha decretado un Estado de Alarma, con sucesivas y parece que interminables prórrogas, que condiciona el ejercicio de algunas de ellas. Y todo por la ingenua creencia de que le deben al Gobierno, cuyos dirigentes dicen ser de su cuerda, una fidelidad sin fisuras, una fidelidad que no permite cuestionar decisión alguna, aunque ello suponga renunciar a unos principios que durante mucho tiempo han dicho defender. Que tiempos aquellos en los que corrían delante de los grises. Ahora, ¡Hasta aplauden a la policía!

Entiendo la dificultad de ser coherente. Entiendo el reparo en ser autocrítico. Pero no olvidéis que no os debéis al aparato del Estado ni al Gobierno que dice representaros, ni penséis que con ello beneficiáis al adversario político, mismo perro con distinto collar, cuyos ciclos, alternancia de poder de por medio, escapan a vuestro control. A quién os debéis, es al pueblo.

Incondicional es la palabra clave. Cuando uno se la aplica, se aleja de la ética y, sobre todo, se aleja de la Justicia.

Unamuno ya lo demostró. Se puede uno enfrentar a la Monarquía, a la República y al incipiente Franquismo y ser coherente. Coherente con la búsqueda de la Justicia, que él no encontró y que sigue siendo, desafortunadamente, tan difícil de encontrar.

Yo seguiré, como Unamuno, buscando una sociedad justa y despotricaré, como llevo haciendo toda mi vida, contra sistemas y políticos, sean del signo que sean, que impidan su consecución. 

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