lunes, 27 de octubre de 2014

Historia de un parado - Del puto inglés y las ofertas de empleo y lo inútiles que nos hacen sentir

Se necesita Controller, Group Internal Audit Senior Manager, Finance Senior Controller, Account Payable, Manager Marketing Online, etc, etc, etc.

Imprescindible nivel alto de inglés. Imprescindible nivel alto de inglés hablado y escrito. Imprescindible inglés bilingüe. Imprescindible inglés, inglés, inglés, inglés. No sé si ya he dicho que es imprescindible un nivel alto de inglés.

Así se las gastan las ofertas de empleo en los tiempos que corren. Y no, no estamos ni en Wisconsin, ni en Gales, ni en Inglaterra, ni en Australia,  ni en ningún otro lugar del mundo donde el inglés sea idioma oficial. Estamos en España, maravilloso lugar donde resulta que es más fácil encontrar trabajo si eres de Wisconsin, Gales, Inglaterra o Australia,  que si has tenido la mala fortuna de nacer aquí. Porque si tu cuna se encuentra en uno de esos lugares, el inglés ya lo tienes y eso, hoy en día, parece que es lo único que importa.

Si no sabes inglés, date por jodido. Que tus notas en los estudios fueron excepcionales, me la suda. Que eras un niño superdotado, me la sopla. Que tienes 30 años de experiencia en tu trabajo, me descojono. Que sabes un montón de todo, tienes un montón de cualidades, eres una bellísima persona, trabajador, abnegado y responsable, pero no sabes inglés, todo eso me importa una mierda. 

Lo que queremos las empresas que nos movemos dentro de este maravilloso mundo liberal capitalista es que, sobre todo, sepas inglés. Si además tienes un par de carreras, un par de postgrados, sabes un par de idiomas más y tienes amplia experiencia en el trabajo ofertado, pues mejor que mejor. Te pago 20.000 brutos al año y a correr. Me encanta este sistema.

¡Pero alguien se ha parado a pensar esta locura!. ¡Pero alguien meterá mano de una vez por todas en el mercado laboral para dotarlo de una mínima coherencia, de una mínima humanidad!. ¿Has dicho humanidad?. He dicho humanidad. Me descojono.

Si eres joven y de familia bien, cumplirás todos los requisitos menos el de la experiencia, aunque papá y los de su clase se encargarán de resolverte la papeleta. Si eres joven y de familia, como llamarla, normal, tus padres se habrán esforzado en darte toda la educación necesaria pero carecerás de experiencia, carencia que ni papá ni mamá podrán resolver dada su pertenencia a una clase donde los contactos no suelen ser de alto nivel, por lo que lo tendrás jodido. Y si eres mayor, que no viejo chocho, date por muerto, porque experiencia tendrás un rato largo pero, ay amigo, no sabrás inglés, y eso es un pecado imperdonable.

Pero es que cuando accedí a mi primer trabajo el inglés no hacía falta para nada. Pero es que estoy parado porque he sido despedido merced a un ERE injusto, discriminatorio y cruel. Pero es que cuando quiera tener un nivel de inglés alto, ya seré tan viejo que nadie me querrá. Me lo dices o me lo cuentas. Acaso me tiene que importar. Jódete, y no me aburras con tus lloriqueos.

Pues yo digo que no deberíais medir a todo el mundo por el mismo rasero, que no deberíais aplicar el mismo filtro a todos los aspirantes y que no deberíais despreciar a los que luchan por su subsistencia y la de sus familias.

Deberíais darnos la oportunidad de hablar, darnos la oportunidad de mostraros nuestros logros, de contaros nuestra trayectoria. Deberíais valorar lo que hemos luchado y cómo lo hemos luchado. Deberíais valorar lo que podemos ofreceros. Deberíais remunerar con justicia y equidad. Pero, por favor, sin anteponer la infranqueable barrera del inglés.

Porque yo me niego a considerarme un inútil. Porque no soy un inútil. Sé hacer muchas cosas bien. Las he venido haciendo bien durante años y si ahora resulta que he sido arrojado a un mercado laboral deshumanizado y absurdo donde soy considerado un inútil por mi edad y, sobre todo, por el maldito inglés, pues soy yo el que maldiciendo y clamando justicia os repito a voz en grito que ¡No soy un inútil!

Y a todo esto, el Estado, como siempre, nada de nada. Haciendo gala de su culpable e impresentable falta de intervención nos deja a merced de los leones. Parece que los derechos que nos son reconocidos en esa Constitución a la que dicen defender, el derecho al trabajo entre ellos, quedan en papel mojado. Es que las corruptelas nos tienen muy ocupados, se disculpan. Y a esto le llaman el Estado de Derecho.

Yo les sugeriría que cada vez que una persona se inscriba como demandante de empleo le hagan un examen tipo test para determinar su nivel de conocimiento del idioma inglés. Aquellos cuyo resultado sea inferior a un nivel, pongamos por caso, intermedio alto, quedarían automáticamente condenados a ser “retirados” al más puro estilo “La fuga de Logan” (pastilla de cianuro o inyección letal entre los procedimientos a considerar). Así sólo quedarían angloparlantes útiles a la sociedad. Muertos los perros, se acabó la rabia.

Lo que hubieran dado los poderosos por estar en la Edad Media, donde las guerras y las epidemias regulaban la población de forma que nunca llegaba a ser un problema. Mala suerte, estamos en el siglo XXI y si las guerras y las epidemias no acaban con nosotros, que tampoco lo descarto, no creo que la muerte por inanición sea una opción que vayamos a aceptar con resignación. Imperios más poderosos han caído. Que no subestimen el poder de la fuerza.

domingo, 19 de octubre de 2014

Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - El albergue de los británicos

En Rabanal del Camino me alojé en el Albergue Gaucelmo, administrado por la Confraternity of Saint James. Llegué sobre las 12:15 horas,  tras atravesar, poco antes de entrar en el pueblo, un sobrecogedor paraje formado por cientos de rudimentarias cruces de madera, confeccionadas mediante la simple unión de dos ramas, que los peregrinos han ido colocando en un cercado que discurre paralelo al camino.

La sorpresa al llegar fue comprobar que no abrían hasta las 14 horas, por lo que tuve que echarme al suelo durante casi dos horas a esperar. Como era un día soleado y de temperatura agradable, la espera no resultó penosa y mereció la pena.

Sin duda, es de los mejores en los que me he alojado. Un lugar acogedor, hospitaleros extremadamente amables, y todo ello por la voluntad. Además te invitan a limonada al llegar, a tomar el té a media tarde y a desayunar a la mañana siguiente. Que más se puede pedir.

Contigua al albergue, la zona monacal, y frente a él, una iglesia donde los monjes celebran misas cantadas al modo gregoriano. He de decir que al llegar, y mientras formalizaba mi inscripción, hicieron la intentona de liarme para que leyera un pasaje en castellano en la misa de las siete de la tarde. No se cuales fueron los mecanismos mentales que en una fracción de segundo me teletransportaron a las siete de esa tarde, donde me vi, por un lado, en la iglesia leyendo, y por otro, sentado en la terraza de un bar con una jarra de cerveza muy fría en la mano. De inmediato, mi mente se tiñó con el maravilloso color dorado de la cerveza. Decliné amablemente la invitación. Lo gracioso es que, llegado el momento, no logré encontrar la terraza soñada y al final acabé, cosas del destino, asistiendo a la misa espoleado por la curiosidad del canto gregoriano y también, por qué no decirlo, porque estaba  un tanto cansado y aburrido de dar vueltas por el pueblo.

Una decisión tan prosaica tenía que tener consecuencias en forma de venganza divina. Y vaya si las tuvo. Nada más soltar la mochila, asearme un poco y ponerme ropa cómoda (bañador tipo bóxer, camiseta y chanclas) me dirigí a un bareto donde comer algo. Bocata, cervecita y para terminar un café. Café que fue a parar, casi en su totalidad, al bañador y a la altura de la bragueta. La ubicación de las manchas y su color hacían que mi aspecto resultase ridículo, ya que era fácil relacionarlas con un episodio de incontinencia urinaria.

Ridículo que tuvo su continuidad esa misma tarde, en torno a las cinco, cuando, sentado en una agradable mesa del jardín del albergue, escribía en mi cuaderno de viaje. Quiso la mala fortuna, o la intervención divina, que los preparativos del té comenzaran a tener lugar precisamente en la mesa en la que me encontraba. Al té, por supuesto, me invitaron. Situación incómoda donde las haya, primero porque al ser el único castellanoparlante y carecer de los conocimientos necesarios para mantener una conversación en inglés, parecía tontito sentado a la mesa con una media sonrisa en la cara y sin intercambiar palabra alguna con las personas que me rodeaban,  y segundo por las manchas de la bragueta, cuya ocultación intentaba por todos los medios sin demasiado éxito.

Si tenemos en cuenta que el bañador era el único que llevaba, por lo de aligerar el peso de la mochila, y que las circunstancias que rodearon las jornadas posteriores me impidieron lavarlo hasta varios días después del incidente, la venganza divina se alargó en el tiempo mucho más de lo deseable y quedó, creo, sobradamente satisfecha.  

martes, 14 de octubre de 2014

Historia de un parado - De la envidia irracional

Tal y como plasmó maravillosamente Stevenson en su celebérrima obra “Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde” en la psiqué de toda persona luchan denonada y permanentemente el bien y el mal con el claro objetivo de lograr la supremacía y condicionar el comportamiento.

Hasta ahora, mi mundo estaba tan controlado como el experimento del Dr Jekyll. El bien mandaba y ante cualquier intento por parte de Mr Hyde de sobrepasar los límites socialmente aceptables, bastaba tomarse el antídoto y problema resuelto.

Todo se complica cuando, en el comportamiento de un elevadísimo número de congéneres, observas que el mal está ganando la batalla y que fruto de ello tu vida ha sido transformada radicalmente, a peor y con una crueldad inusitada, en un momento en el que la lucha se antoja harto difícil. Es entonces cuando Mr Hyde aparece, y lo hace amparado en el desprecio que recibe. Es entonces cuando el bien y el mal transitan por líneas paralelas peligrosamente cercanas, y es entonces cuando el desprecio a la sociedad y a los elementos que la componen parece plenamente justificado.

Todo el que tiene trabajo, dinero y salud es envidiado de una forma tan irracional como real. La situación propia es percibida como injustificada e inmerecida. No encuentro el porqué por mil veces que me lo pregunte. Tampoco el futuro muestra su mejor cara. De la intervención divina, visto lo visto, Mr Hyde no quiere oír ni hablar.

Todavía me queda antídoto para revertir la situación. Todavía ejerzo de Dr Jekyll con la suficiente lucidez como para saber que los fugaces pensamientos que atraviesan mi mente son debidos a los efectos de la maldita pócima y que de momento me quedan fuerzas para dominarlos. Lucho por no quedar definitivamente convertido en otro Mr Hyde de los muchos que pululan por este mundo. Dicho queda. Amén.

viernes, 10 de octubre de 2014

Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - Un día melancólico

Tres imágenes me han quedado grabadas del primer día.

La primera, en la estación de autobuses donde comenzaba mi viaje hacia el punto de partida de mi peregrinación. Me acompañó mi mujer, Carmen. Su imagen, de pié, en el andén, apenas sujetando las lágrimas, es de las que llegan al corazón. A mí las lágrimas también me costó dominarlas. Es bonito sentirse querido.

Otra, una vez alcanzado mi destino, Astorga, donde un cielo gris plomizo, cual panza de burra, creaba una atmósfera triste, melancólica y opresiva que no ayudó, en absoluto, a calmar la ansiedad que predominaba en mi estado de ánimo.

Y la última, al atardecer, cuando sentado en la terraza del albergue pasé un rato observando el vuelo de infinidad de golondrinas que surcaban el cielo con nerviosos movimientos de alas y vertiginosos cambios de dirección. Movimientos tan convulsos que parecían ser producto de intensos dolores. Premonición, acaso, del sufrimiento que estaba por venir.

miércoles, 8 de octubre de 2014

De polemistas anónimos y otros especímenes a evitar

Como seguramente habréis observado, la configuración de mis blogs impide efectuar comentarios a las entradas que voy publicando en ellos.

Creo que esto merece una explicación.

Todo viene de una mala experiencia acaecida cuando partícipe en un foro donde todas y cada una de mis opiniones eran impertinentemente contestadas por un capullo amparado en el anonimato (o en un nick, que para el caso es lo mismo). Se empleaba con tal fervor y perseverancia que no tuve más remedio que salirme. Lo que empezó siendo una actividad lúdica se convirtió en una pesadilla. Era un foro, y en los foros o te quedas o te sales. No hay otra alternativa.

Los blogs son otra cosa. Son nuestro diario, nuestro cuaderno de apuntes, nuestro lienzo. A nadie, o a casi nadie, le gusta que le emborronen el diario o el cuaderno o el lienzo.  Son posesiones a las que con especial cariño las dotamos de contenido, las organizamos a nuestro gusto y las tuneamos para que reflejen una parte de nuestra personalidad. Son el escaparate que nos muestra al mundo. Por ello, hemos de tener el control total sobre su apariencia y sus contenidos, evitando que sean alterados por intervención ajena alguna.

Mecanismo de defensa, al fin y al cabo, contra las fieras acechantes que pululan por esa selva llamada internet, siempre dispuestas a saltar sobre nosotros a poco que bajemos la guardia. 

Dicho esto, cierto es que hay que ofrecer una solución alternativa para facilitar a las personas no incluidas en dicha categoría, que son la mayoría, la posibilidad de opinar.

Las redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) resuelven esta cuestión. Compartiendo los enlaces de cada nueva entrada en los blogs, se pone a disposición de todo el que lo desee un lugar adecuado donde expresarse. Y las opiniones, si son respetuosas y bienintencionadas, siempre son bienvenidas.