viernes, 10 de octubre de 2014

Aventuras y desventuras de un peregrino dolorido - Un día melancólico

Tres imágenes me han quedado grabadas del primer día.

La primera, en la estación de autobuses donde comenzaba mi viaje hacia el punto de partida de mi peregrinación. Me acompañó mi mujer, Carmen. Su imagen, de pié, en el andén, apenas sujetando las lágrimas, es de las que llegan al corazón. A mí las lágrimas también me costó dominarlas. Es bonito sentirse querido.

Otra, una vez alcanzado mi destino, Astorga, donde un cielo gris plomizo, cual panza de burra, creaba una atmósfera triste, melancólica y opresiva que no ayudó, en absoluto, a calmar la ansiedad que predominaba en mi estado de ánimo.

Y la última, al atardecer, cuando sentado en la terraza del albergue pasé un rato observando el vuelo de infinidad de golondrinas que surcaban el cielo con nerviosos movimientos de alas y vertiginosos cambios de dirección. Movimientos tan convulsos que parecían ser producto de intensos dolores. Premonición, acaso, del sufrimiento que estaba por venir.

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