Cuando en la Comunidad de Madrid se estableció normativamente, con su publicación en el BOCM, el uso obligatorio de la mascarilla, se recogieron en esa misma norma excepciones a su uso.
Entre las excepciones contempladas y que continúan vigentes hay dos, que afectan a la práctica de deportes al aire libre y a la permanencia en espacios naturales, que me gustaría recordar. Dicen así:
"NO será obligatorio su uso durante la actividad deportiva al aire libre siempre que pueda garantizarse el mantenimiento de la distancia de seguridad con otras personas no convivientes.
TAMPOCO será necesaria en los espacios de la naturaleza o al aire libre fuera de núcleos de población, siempre y cuando la afluencia de las personas permita mantener la distancia interpersonal de seguridad de, al menos, 1,5 metros."
Pues bien, practicando senderismo (que es una actividad deportiva al aire libre) junto a mi mujer por un espacio natural (una vía verde con una anchura de unos 3 metros) una señora cabrona e hija de puta, perdón por la malsonante pero precisa y necesaria descripción, se ha permitido acercarse a nosotros y recriminarnos el no llevar la mascarilla puesta, ensombreciendo nuestro, hasta ese momento, agradable paseo. A pesar de nuestra respuesta, ponerla de vuelta perejil, el disgusto ya nos lo había dado. Y como quiera que, por civismo y para evitar males mayores, no puedes molerle los huesos a palos, como te pide el cuerpo, la rabia y la indignación que se te queda dentro es fácil de imaginar.
Es tremendamente injusto e indignante que la pandemia haya proporcionado a esta gentuza lerda y amargada la coartada perfecta para ejercer de infantilizados sátrapas, caprichosos e irracionales.
Coartada facilitada por los poderes públicos, encantados de tener tan fieles y sumisos colaboradores. Porque es muy llamativo observar cómo en la web de la Comunidad de Madrid, la misma que estableció la obligatoriedad de la mascarilla al aire libre pese a su bien sabido carácter humillante derivado de su inutilidad, se insiste en el concepto de la obligatoriedad pero se silencia el hecho de que existen excepciones, lo que es una prueba de manipulación tendenciosa de la información. Parece, una vez más, que la captación de los votos de millones de lerdos prima sobre la defensa de los derechos de todos, lerdos o no, en base a la transparencia y la honradez informativa.
Algún día, tanto va el cántaro a la fuente..., estos predicadores colaboracionistas, más papistas que el Papa, pagarán cara su osadía. Mientras tanto, y para no tentar a la suerte, deberían de abstenerse de recriminar, en especial cuando, como en el caso descrito, el comportamiento de los interpelados se ajusta escrupulosamente a la norma.
Por mi parte sólo deseo que la justicia divina, si es que tal cosa existe, castigue con contundencia su insolente crueldad.
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