viernes, 9 de enero de 2015

Vente a Alemania, Pepe

Resulta llamativo y estomagante constatar cómo los paladines de la supuesta democracia en la que vivimos, los mismos que encubren a correligionarios corruptos y que entierran al muerto, la crisis, sin esperar a que fallezca, reniegan y despotrican de la situación imperante en la posguerra y el franquismo, donde miles de españoles con el hatillo al hombro se lanzaban a la Europa industrial en busca de trabajo y futuro, hartos de miseria y sufrimiento.

Pues que sepan estos señores que hartos de ser ninguneados, despreciados y explotados, nuestros jóvenes, en pleno siglo XXI, se ven forzados a hacer lo mismo.

En un país incapaz de ocupar a la población activa y en el que se permiten barbaridades tales como pedirles inglés e informática a los aspirantes a cubrir un puesto de pastor-esquilador de ovejas (noticia real de la que acabo de tener conocimiento), el tener estudios ya no sirve. Y el no tenerlos ni te cuento. Consecuencia: Los hijos de los pudientes a Oxford o Harvard. Los hijos de los demás  a morirse de asco en el paro o con trabajos de mierda, contratos de mierda y salarios de mierda o a currar dónde y cómo puedan, preferiblemente en algún país angloparlante por eso del inglés. Todo será que cuando vuelvan,  el proceso de selección hispano les exija chino o swahili. 

Y todo esto viene a cuenta de que mi niña se me va. Ya sé que tiene veintitrés, pero siempre será mi niña. Y se me parte el corazón.

Pero es necesario. A ese convencimiento hemos llegado. Ella también. Como no somos de los de Oxford o Harvard, le toca currar. De aupair en el Reino Unido. Si viene dominando el inglés, objetivo cumplido y alabado sea Dios.

Es vergonzoso que hayamos llegado a esta situación. Es perfectamente válida para desarrollar infinidad de trabajos en nuestro país, si no fuéramos tan gilipollas en nuestro país. Pero gilipollas somos, y no poco. Así que tengo que verla partir, tengo que renunciar a verla durante meses y tengo que sufrir su ausencia.

Orgulloso de su valentía, por supuesto que lo estoy. Confiado en su adaptación, su rendimiento y su sentido de la responsabilidad, también. Preocupado, cómo no. Indignado, también.

No va a pasar ni un solo minuto en el que no estemos, los que la queremos,  pensando en ella. No va a pasar ni un solo minuto en el que no estemos orgullosos de ella. No va a pasar ni un solo minuto en el que no piense en la gentuza que nos ha llevado a esta situación. No pasa ni un solo minuto en el que no me avergüence de esta mierda de país en el que he tenido la desgracia de nacer.

Estoy seguro de que la experiencia será enormemente enriquecedora y le proporcionará, más allá del idioma, valiosos conocimientos para encarrilar su vida. Que bien está lo que bien acaba y que no hay mal que por bien no venga. Que dentro de unos meses celebremos tan difícil decisión. Mi niña se lo merece. Que así sea.

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