Porque capotazo como el que ha
dado no se puede permitir cuando hay encima de la mesa cientos de miles de
damnificados, miles de muertos y millones de acojonados.
Pero claro, nada como la
tranquilidad y la seguridad que le da el hecho de que los perros ladradores no
son sino la otra cara de la misma moneda y, por tanto y a pesar de todo, le
seguirán ajuntando cuando acabe todo esto y todos conserven íntegramente sus
salarios, sus riquezas y sus privilegios.
Todo en medio de un panorama
donde se cursan circulares a los hospitales para que dejen morir a los mayores
de 80 años que no respondan adecuadamente al oxígeno, eso sí siempre bajo el
criterio del médico, que así si alguien se tiene que comer el marrón que sea el
ejecutor, nunca el instigador. Todo en medio de la compra de test que ofrecen
una fiabilidad deplorable y de la escasez, ya sangrante, de respiradores y
medios de protección. Todo en medio de ingresos selectivos en los hospitales y
altas de pacientes potencialmente contagiosos. Todo, en fin, mostrando una
lamentable incapacidad, voluntaria o negligente, para detectar y segregar a la
población infectada como paso fundamental para superar la crisis, según ha
reiterado en numerosas ocasiones la OMS y según dicta el sentido común, el
menos común de los sentidos.
Porque no hay que ser muy lince
para ver que la única solución que ofrece este deleznable Estado es la de
confinarnos a perpetuidad. Cerrar la puerta y tirar la llave. Es el equivalente
sanitario al “si necesito ingresos subo los impuestos” de toda economía estatal más que básica, submental.
Con “nos acercamos al pico” y “lo
peor está por llegar” ya preparan al pueblo para la cadena perpetua. Frases
recurrentes y machaconas que llenan nuestros noticiarios, no tan inocentemente
como se pudiera pensar, e inducen a las masas a conclusiones del tipo “si lo
peor está por llegar no pueden soltarnos tan pronto”, lo que supone la
aceptación tácita de la perpetuación de esta indeseable situación.
Pues, señores, por mi parte no
van a tener ni mi apoyo ni mi comprensión. Hagan su trabajo, háganlo bien y en
plazo, y sólo así acreditarán algún atenuante a su negligente actuación que
tantas y tantas vidas está costando.
Tal vez ha llegado la hora de
empezar a exigir, más que a homenajear y a trivializar. Tiempo habrá para todo,
pero lo primero es lo primero. Y lo primero es solucionar el problema. Exigir
que se solucione el problema. Luego vendrán los homenajes a todos los que lo
merezcan, que serán muchos, sanitarios o no. No permitamos que la gestión de la
crisis sea un circo de tres pistas, donde por no saber a dónde mirar, perdemos
de vista lo importante en aras de un entretenimiento improductivo y vacío. A
pesar de la presión mediática tenemos que conseguir ver el bosque a través de
los árboles.
Exigir una eficaz y rápida
solución no es ser insolidario. Lo contrario tampoco, pero aunque no lo creáis
no sirve para nada, o a lo peor sirve para enquistar la incompetencia y la
deslealtad de un Estado para con su pueblo. No legitimando esta actuación
honramos a nuestros muertos, víctimas irreparables de esta nefasta crisis cuyas consecuencias serán largo tiempo recordadas. Y no olvidéis que si lo peor
está por venir, ni es culpa nuestra ni está en nuestras manos solucionarlo. El
“Quédate en casa” no es suficiente. Y el Estado lo sabe.
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