Que el “final” no sea tal, al contemplar tres supuestos donde se establece como obligatorio su uso, deja en evidencia la voluntad de nuestros gobernantes de no dar por terminado este vergonzoso episodio pandémico que propicia gobiernos despóticos, sustentados por las masas debidamente adoctrinadas, y posibilita la neutralización de aquellos que denuncian su iniquidad.
Como hacen ellos, que con decirlo en la tele basta, no me voy ni a molestar en citar los cientos de estudios serios que demuestran la inutilidad de las mascarillas, por lo que los supuestos en los que hay que seguir llevándola evidencian, como ha venido siendo desde el comienzo de esta vergonzosa e insana situación, una actitud prepotente y chulesca que considera innecesario cualquier tipo de justificación.
Pero lo peor de este retorcido Real Decreto está en el preámbulo que, como ellos y sus cientos de asesores saben, no tiene valor normativo y, por tanto, su contenido no obliga absolutamente a nada.
Pues bien, sabiendo esto, nos sueltan, en esta joyita de preámbulo que es la envidia de la escuela maquiavélica, que, en el entorno laboral, corresponderá a los “responsables en materia de prevención de riesgos laborales” de cada empresa la decisión de mantener entre sus trabajadores la obligatoriedad del uso de la mascarilla, lo que en la práctica supondrá la aparición de millones de reinos de taifas, cada uno con sus “responsables” reyezuelos que determinarán que sus trabajadores/súbditos se sigan poniendo la dichosa mascarilla, cosa que harán por su adscripción a la corriente hipocondríaca covidicia, descrita por el genial Mirones como aquella que teme al “bicho” mas allá de lo razonable, o por su alineación ideológica con la agenda globalista, muy interesada en perpetuar el miedo, o simplemente como vehículo para recordar al trabajador quién, en la empresa, es el que manda, olvidando lo frágil, limitado y patético que es ese poder. El resultado buscado por este Estado desvergonzado y vasallo no es otro que el de generar división y enfrentamiento, propiciando la destrucción de la convivencia y de la paz social. El “divide y vencerás” de manual.
Pero ahí no se acaba la cosa, ya que el dichoso preámbulo contiene otra perla, si cabe, más ponzoñosa y ruin. Veamos lo que se nos dice:
“…se recomienda un uso responsable de la mascarilla en los espacios cerrados de uso público en los que las personas transitan o permanecen un tiempo prolongado. Asimismo, se recomienda el uso responsable de la mascarilla en los eventos multitudinarios. En el entorno familiar y en reuniones o celebraciones privadas, se recomienda un uso responsable en función de la vulnerabilidad de los participantes”.
O sea, que si la siembra de cizaña les va bien, para qué parar. Hasta el infinito y más allá. Como ya la han liado en las empresas, ahora les toca a los particulares. No obligan, pero recomiendan, sin definirlo, un “uso responsable” de la mascarilla en espacios cerrados y eventos multitudinarios, lo que esperan sea interpretado por los covidicios adeptos como “la obligación de continuar llevándola para así ser considerado una persona modélica y responsable, en contraposición a los negacionistas irresponsables cuyo objetivo, aunque cumplan la ley, es matar a todos a salivazos”. Por otro lado, en el entorno familiar y privado recomiendan, que no obligan, a un uso responsable de la mascarilla en función de la vulnerabilidad de los participantes, lo que empujará a los hipocondríacos covidicios a considerar que hasta los muebles son vulnerables y a estigmatizar al insurrecto no embozado que se atreva a visitar al abuelito al que, sin duda, contagiará y, en algunos casos, matará.
Manipulación. Asquerosa y retorcida manipulación. Nos empujan a los unos contra los otros para crear una eficaz cortina de humo que tape su criminal proceder y para, manteniendo a la población asustada, receptiva y maleable, allanar el camino a futuras barrabasadas.
A estas alturas, el Covid, tal y como ha apuntado acertadamente el periodista británico Mark Dolan, es un negocio, una ideología y un culto.
Culto, sectario, que se nutre de la fanática adhesión de millones de personas, intelectualmente neutralizadas por la machacona e implacable repetición de “mantras” vomitados por periodistas/sacerdotes desde ese privilegiado púlpito que es la televisión.
Personas, pobres infelices, que piensan que cumplen, que obedecen, para que esto se termine, cuando lo cierto es que su obediencia provoca que esto no se termine jamás.
Nunca es demasiado tarde. Mejor reconocer el engaño y reaccionar, que entregarles nuestras vidas y tenerlo que lamentar. No queda mucho tiempo. Desengancharse de la Secta resulta vital. Dejad de mirar la tele y volver la vista a vuestros semejantes, que ni son vuestros enemigos ni os van a enfermar o matar. Ya no hay nada que temer. Ya no hay lugar para el miedo. Es hora de vivir, de volver a vivir. No permitáis la inoculación sin fin. No permitáis que penalicen la voluntariedad. No dejéis que os seduzcan con la inmediatez, con la manzana envenenada de las aparentes y atractivas ventajas de pasaportes sanitarios que más pronto que tarde serán algo más. No permitáis que nos vuelvan a encerrar ni a embozar. No renunciéis ni a vuestra dignidad, ni a vuestra libertad. No dudéis. Ellos no miran por nosotros y no nos sacarán. Mostrad coraje. Decid ¡No! y ¡Basta ya! Sólo así lo podremos parar.