martes, 31 de marzo de 2020

De la sociedad actual y el papel del Estado

Ni el orden exterior aparente de un Estado policial, ni los ejercicios legalmente permitidos de ingeniería y saqueo en torno al capital financiero, ni los convenios de consorcios y multinacionales, ni otras medidas organizadas para engañar al pueblo pueden ser reconocidos como “orden” por muy bien que “funcionen”. También la mafia tiene su “orden” y las cárceles se rigen por el llamado “orden carcelario”.

Desde el punto de vista de una comunidad orgánicamente estructurada, diríase más bien que todas las manifestaciones de nuestra vida pública, de esta nuestra sociedad con la que nos ha tocado lidiar, son absolutamente decadentes, esclavizadoras, alienantes, falsas y, observadas desde arriba, muestran un cuadro totalmente anarquizado y caótico, el cuadro de una lucha de todos contra todos.

Gobierno contra pueblo, partidos contra partidos –concertando simultáneamente las alianzas más extrañas e imposibles-, parlamentos contra gobiernos, trabajadores contra empresarios, consumidores contra productores, comerciantes contra productores y consumidores, propietarios de viviendas contra inquilinos, funcionarios contra ciudadanos, clase obrera contra burguesía; todos golpeando con furia sobre el momentáneo adversario, todos teniendo únicamente en cuenta su propio interés, la salvaguarda de su posición de privilegio y los intereses de su bolsillo.

Ninguno piensa que también el otro tiene derecho a la vida, nadie reflexiona acerca del hecho de que la persecución desconsiderada del provecho propio sólo puede ser alcanzada a costa de los demás. Nadie se preocupa por el bienestar del semejante, ni dirige la mirada hacia los deberes a cumplir frente al conjunto de la sociedad, ninguno quiere detenerse mientras corre sin aliento en pos del enriquecimiento personal. Codazo en el estómago del vecino para adelantarle y, si proporciona ventaja, pues se camina sobre cadáveres. ¿Para qué andarse con consideraciones? Ande yo caliente ríase la gente. Este es el moderno espíritu económico y social.

Así caza y ruge, vocifera y grita la multitud. Así empuja, tironea, pisotea y derriba a golpes el más fuerte al más débil, el más vulgar al más respetuoso, el más bruto al más noble. La avidez de placeres mata a la cultura, la arbitrariedad triunfa sobre el derecho, el interés partidario sobre el bien colectivo. El robo y la especulación aplastan al trabajo honrado.

Victoria tan contundente de todos los bajos instintos jamás se había visto.

Pero no nos engañemos, estamos en una época de férrea disciplina apoyada en una virulenta manipulación, por lo que es comprensible que la mayor parte de las personas inmersas en esta sociedad no vean salida al caos imperante y se lancen a favor de la corriente en un insensato baile en torno al becerro de oro, aún a sabiendas de que ello los llevará a la destrucción y a la muerte.

Una conmoción tan profunda de la estructura orgánica de un pueblo sólo es posible cuando los valores de toda la sociedad están en franca decadencia o se basan en premisas falsas. Y en efecto, dentro de este mal llamado Estado de Derecho, políticos de todo signo y condición rinden tributo a una misma ideología: el individualismo.

De ahí la inutilidad manifiesta del Estado para afrontar retos que exigen de él eficacia y generosidad, características que ni tiene, ni quiere tener. Tan podrido moralmente está, y tan sometido a vasallaje, que el tan deseable “Antes el bien común que el bien individual” se le antoja una tarea imposible, más allá de torpes, simbólicas e inútiles manifestaciones más o menos sensibleras que sirven de eficaz cortina de humo ante un pueblo ciego y alienado que, hoy por hoy, está muy lejos de reaccionar. 

jueves, 26 de marzo de 2020

Cómplices o ineptos

La Organización Mundial de la Salud ya lo ha dicho. Los test masivos son fundamentales y haberlo ignorado significa haber perdido la oportunidad de acabar con la pandemia.

Así de claro. Ignorar los antecedentes y no aplicar la segregación entre individuos sanos e infectados nos ha llevado a la situación actual.

Una vez más, España se sitúa en la parte alta de un ranking, el de afectados y fallecidos por el Covid-19, vergonzante y vergonzoso.

La incompetencia del Estado de este nuestro lamentable país supera con creces todo lo hasta ahora conocido. Nótese que digo Estado, no Gobierno. Y lo digo porque estoy seguro de que con otros gobernando el resultado habría sido el mismo. Diferentes perros, mismo amo.

El llamado Estado de Derecho o Estado del Bienestar, permitidme una sonrisa, nos maneja con mano de hierro desde hace más de cuarenta años, con unas estructuras y un funcionamiento interno que favorece la ineficacia, la mentira, la corrupción y la prevaricación y que ha convertido el absolutista “Todo para el pueblo, sin el pueblo” en un “Nada para el pueblo, con el pueblo”. Lobo con piel de cordero, el Estado vende humo disfrazándolo de libertad e idiotiza a las masas fomentando consignas y manifestaciones tan vistosas como inocuas para sus intereses.

El haber tomado medidas insuficientes, tarde y mal, desoyendo a la OMS e ignorando los antecedentes de China e Italia, convierte a nuestro Estado, en el mejor de los casos, en un inepto. Con resultado de muerte.

En el peor, hablaríamos de complicidad.

Paga el Estado, pagamos todos, a los que con sus fondos le sostienen.

Son evidentes los beneficios, para unos pocos, de esta pandemia. Es evidente lo dañados que, los que lo logren, van a salir de ella.

El Estado, a través de su testaferro el Gobierno, nos falta al respeto en ruedas de prensa carentes de contenido y de interés. El Estado manipula sistemáticamente la información, información que va adaptando para instaurar en la sociedad un miedo atroz e invalidante, un miedo que evite que sus decisiones sean cuestionadas. No es momento para críticas, nos dicen. ¿En serio que con un encierro de un mes y miles y miles de afectados y de muertos por su lamentable actuación no es momento de críticas? Por supuesto que es el momento, para que vean las orejas al lobo y se pongan a trabajar en serio para sacarnos de esta situación en el plazo prometido, perfectamente factible si de verdad se quiere y se destinan los recursos necesarios.

Está por ver si cuando salgamos de ésta, el pueblo es capaz de reaccionar y de pedirle cuentas al Estado por esta masacre o, por el contrario, seguirá siendo palmero fiel al axioma del Sistema menos malo. Me encantará verlo, si no resulto ser uno de los damnificados.

martes, 24 de marzo de 2020

Triaje mortal

Inmersos en plena crisis del ya tristemente famoso coronavirus Covid-19, ya son demasiadas ocasiones en las que llegan a mi conocimiento ciertas informaciones procedentes de profesionales del sector sanitario, primero tímidamente a través de las redes sociales y después de forma más explícita en la televisión, reina de los medios de comunicación de masas. Dichas informaciones vienen a denunciar el hecho, gravísimo, de que la falta de medios y de material está haciendo que en las urgencias de los hospitales se tenga que decidir a quién se cura y a quién se deja morir.

Como quiera que el Estado Español es el responsable de gestionar esta crisis y, por tanto, de dotar a estos hospitales de los medios necesarios para garantizar una adecuada atención a TODOS los pacientes que en ellos ingresen, de ser ciertas estas informaciones estaríamos ante una actuación que podría ser constitutiva de delito (homicidio negligente, tal vez).

Por ello, y esto va para esos profesionales sanitarios que han denunciado esta situación y que están en posición de recabar las pruebas pertinentes, se debería informar a los Colegios profesionales y/o a los Sindicatos del sector para que presenten la correspondiente demanda y, de esta forma, intentar que la muerte de cientos de personas por esa supuesta falta de atención, sea debidamente investigada, juzgada y los responsables, si así lo determinara la justicia, debidamente condenados.

Porque de nada sirve tirar la piedra y esconder la mano.