lunes, 21 de marzo de 2016

Mimoun

Hace dos años, tal vez tres, que descubrí a Chirbes. Fue con su novela “Crematorio”,  feroz crítica de la España del boom inmobiliario, esa España que a todos habría de pasarnos factura. Un libro contundente, directo y demoledor, escrito con una prosa soberbia que resultó para mí una gratísima sorpresa y un descubrimiento literario de primer orden.

Como siempre que descubro a un escritor que me gusta, no suelo tardar mucho en continuar leyéndole. Eso he hecho con Chirbes. Y lo he hecho con su primera novela, “Mimoun”.

Tremendo error, porque este relato ambientado en Marruecos y afortunadamente corto, nos muestra desde la página uno esa prosa que años más tarde convertiría a Chirbes en uno de los grandes de la lengua castellana, pero también nos muestra a un Chirbes incomprensiblemente pedante que escribe en francés cuando esa es la lengua en la que se expresa el personaje de turno. Una forma de seleccionar lectores, desacertada a todas luces, porque poco o nada tienen que ver la cultura y el gusto por la literatura con el multilingüismo. Recurso estilístico que emponzoña la obra e indigna al lector.

Y todo ello, consentido por un editor que complaciente, prioriza las preferencias del autor.
Fácil habría sido contentar a todos mediante la inclusión de pies de página que arrojaran un poco de luz sobre aquellos fragmentos sólo actos para francoparlantes.

Yo, por mi parte, le daré otra oportunidad a Chirbes. La excelencia de su “Crematorio” le hace merecedor de ella. Espero que deshaga el empate.

Respecto a “Mimoun” no gastaría ni tiempo ni dinero en ella. A Chirbes, q.e.p.d., poco le va a importar. A la editorial, es otro cantar.